Perú,
La empresa transnacional Ripley obliga a los trabajadores estafar a los clientes, el día de ayer se publico un reportaje que pone en evidencia todo el abuso que comete esta generosa empresa.
Compartir, debatir, reir, vigilar. Lo único prohibido: estar de brazos cruzados.
domingo, 14 de agosto de 2011
Hoy hace 30 años: el día que murió la clase media

Carta de Michael Moore
Traducción de Susana Merino
De tanto en tanto, alguno de los que aún no han cumplido 30 años me pregunta: “¿Cuándo comenzó todo esto, cuándo empézaron a declinar los EE.UU?" Me dicen, he oído decir que hubo un tiempo en el que la gente trabajadora podía mantener una familia, mandar los chicos al colegio sólo con el sueldo de uno de los progenitores (y que los colegios en estados como California y Nueva York eran casi gratuitos). Un tiempo en el que todo el que quería un trabajo pagado decentemente lo conseguía. En el que la gente trabajaba solo cinco días a la semana, ocho horas diarias, que disponía libre e íntegramente de su fin de semana y que tenía vacaciones pagadas todos los veranos. Que en todos los trabajos había sindicatos, desde los reponedores de los mercados hasta el muchacho que pintaba tu casa y no importaba cuan modesto fuere tu trabajo tenías asegurada una jubilación, ascensos ocasionales, seguro de salud y alguien que te defendiera si te maltrataban.
La gente joven ha oído hablar de ese mítico tiempo, pero no era un mito, era realidad. Y cuando me preguntan “ ¿Cuando terminó aquello?” Les contesto: “Terminó el 5 de agosto de 1981”
En esa fecha, hace treinta años, los grandes empresarios y la derecha decidieron "lograrlo", es decir, mirar a ver si podían destruir a la clase media para poder ellos ser más ricos.
¡Y lo lograron!
El 5 de agosto de 1981, el presidente Ronald Reagan despidió a todos los afiliados del sindicato de Controladores del tráfico aéreo (PATCO) que desafiaron su orden de volver al trabajo y declaró ilegal al sindicato. Habían hecho una huelga de dos días.
Había sido un movimiento valiente y temerario. Nadie lo había intentado antes. Lo que lo volvió más valiente fue que PATCO había sido uno de los tres únicos sindicatos que habían apoyado a Reagan para presidente. De modo que produjo un shock que se transmitió como una oleada entre los trabajadores del país. Si podía hacer esto a los trabajadores que lo apoyaban, ¿qué podría hacernos a nosotros?
Reagan había sido respaldado por Wall Street en su carrera hacia la Casa Blanca y ellos, junto a la derecha cristiana, querían reestructurar los EE.UU. y dar marcha atrás a la corriente que había iniciado el presidente Franklin D. Roosevelt, una corriente que intentaba mejorar la vida de la clase media. Los ricos odiaban pagar más impuestos y ceder beneficios. Odiaban cada vez más pagar impuestos. Despreciaban a los sindicatos. La derecha cristiana odiaba todo lo que sonara a socialismo o a dar una mano a las minorías o a las mujeres.
Reagan prometió terminar con todo eso. De modo que cuando los controladores aéreos declararon la huelga encontró el momento oportuno. Despidiendo a cada uno de ellos y declarando a su sindicato fuera de la ley, envió un mensaje claro y contundente. Los tiempos en que la clase media tenía un pasar confortable se habían terminado. Desde ese momento los EE.UU. seguirían este camino:
*Los super ricos lo serían más, mucho, mucho más y el resto se disputaría las migajas que ellos dejaran caer.
*¡Todo el mundo deberá trabajar! Mamá, papá, los adolescentes en su casa. ¡Papá tendrá un segundo trabajo! ¡A los chicos se les entregará la llave de la casa! ¡Los padres llegarán a casa a tiempo para acostarlos!
*¡Cincuenta millones de personas no tendrán seguro de salud! Y las compañias de seguros de salud decidirán a quién quieren curar, o no.
*¡Los sindicatos son el demonio! ¡Usted no deberá afiliarse a un sindicato! ¡Usted no necesita abogados! ¡Cállese la boca y vuelva al trabajo! No, usted no puede retirarse. Sus chicos pueden cocinar su propia comida.
*¿Usted quiere ir al colegio secundario? No hay problema, ¡solo firme aquí y se endeudará con el banco durante los próximos veinte años!
*¿Qué? ¿Un aumento? ¡Vuelva a su trabajo y cállese la boca!
Y así fue. Pero Reagan solo no podría haber impulsado esto en 1981. Tuvo una buena ayuda.
La AFL-CIO
La organización sindical más importante de los EE.UU. llamó a sus miembros a romper con los controladores de tránsito aéreo y volver al trabajo. Y fue lo que hicieron los sindicalistas. La Unión de Pilotos, los despachantes de vuelos, los conductores de transporte aeroportuario, los maleteros, todos rompieron la huelga. Y todos los sindicalistas de todos los sectores rompieron la huelga y volvieron a volar. Fue la Navidad en agosto para la Corporación Estadounidense.
Y ese fue el principio del fin. Reagan y los republicanos se dieron cuenta de que podían seguir adelante con todo, y lo hicieron. Redujeron los impuestos a los ricos. Le hicieron a usted más difícil organizar un sindicato en su lugar de trabajo. Eliminaron las reglamentaciones de seguridad laboral, ignoraron las leyes antimonopolios y permitieron que cientos de empresas se fusionaran o se compraran y se cerraran. Se congelaron los salarios y amenazaron con trasladarse a países de ultramar si los trabajadores no aceptaban salarios más bajos y menos beneficios. Y cuando los trabajadores aceptaron trabajar con menores remuneraciones, ellos de todas maneras, trasladaron sus empleos a ultramar.
Y los estadounidense siguieron paso a paso este camino. Hubo alguna pequeña oposición o contrataque. Pero las “masas” no lograron levantarse para proteger sus empleos, sus casas, sus escuelas (que solían ser las mejores del mundo). Solo aceptaron su destino y aguantaron los golpes.
Me he preguntado a menudo qué habría pasado si hubiéramos dejado de volar en aquel momento, en 1981. Si todos los sindicatos hubieran dicho a Reagan “¡Devuélvales sus trabajos a los controladores o tiraremos el país abajo!” Usted sabe lo que habría pasado pasado. La élite corporativa y Reagan, su delfín, habrían dado marcha atrás.
Pero no lo hicimos. Y así poco a poco, golpe a golpe, en los siguientes 30 años, los dueños del poder han destruido la clase media de nuestro país y de paso han arruinado el futuro de la juventud. Los salarios han permanecido estancados en los últimos treinta años. Fíjense en las estadísticas y podrán ver que cada uno de los declives que estamos sufriendo tiene su origen en 1981 (hay una pequeña escena que lo ilustra en mi último filme).
Todo comenzó un día como hoy hace treinta años. Uno de los días más negros de la historia de Estados Unidos. Y dejamos que nos sucediera. Tenían el dinero, los medios y la policía. Pero nosotros eramos 200 millones. Pregúntese que habría pasado si 200 millones de personas hubieran tomado conciencia y amado a su país, su vida, su trabajo, sus fines de semana, su tiempo junto a sus hijos.
¿Nos hemos sublevado? ¿A qué estamos esperando? Olvídense del 20% que apoya al Tea Party, nosotros somos el otro 80%. Esta declinación solo se terminará si nosotros lo pedimos. Pero no solo a través de un pedido on line o un tweet. Vamos a apagar el televisor y la computadora y los videogames y a salir a las calles (como hicieron en Wisconsin). Algunos de ustedes deberán ir a la administración local el año que viene. Necesitamos que también los demócratas dejen de recibir dinero de las corporaciones o se aparten.
¿Cuándo es suficiente? El sueño de la clase media no reaparecerá mágicamente. Los planes de Wall Street son claros. Estados Unidos será una nación de los que tienen mucho y de los que no tienen nada, ¿le parece bien?
¿Porqué no detenernos a pensar sobre los pasitos que podemos ir dando para cambiar esto a nuestro alrededor, en el barrio, en el lugar de trabajo, en la escuela? ¿Hay algún día mejor que el de hoy para comenzar?
lunes, 1 de agosto de 2011
Más información, menos conocimiento, por Mario Vargas Llosa
¿Era usted un ávido lector hasta que un día descubrió la Internet y de pronto dejó de sentir el papel entre sus manos para sentarse horas de horas frente a una pantalla de una computadora? Si lo es, entonces no se puede perder hoy domingo la columna Piedra de Toque, del Nobel Mario Vargas Llosa, cuyo solo título "Más información, menos conocimiento", dice todo.
Nicholas Carr estudió Literatura en Dartmouth College y en la Universidad de Harvard y todo indica que fue en su juventud un voraz lector de buenos libros. Luego, como le ocurrió a toda su generación, descubrió el ordenador, el Internet, los prodigios de la gran revolución informática de nuestro tiempo, y no sólo dedicó buena parte de su vida a valerse de todos los servicios online y a navegar mañana y tarde por la red; además, se hizo un profesional y un experto en las nuevas tecnologías de la comunicación sobre las que ha escrito extensamente en prestigiosas publicaciones de Estados Unidos e Inglaterra.
Un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector, y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una o dos páginas de un libro, y, sobre todo si aquello que leía era complejo y demandaba mucha atención y reflexión, surgía en su mente algo así como un recóndito rechazo a continuar con aquel empeño intelectual. Así lo cuenta: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo”.
Preocupado, tomó una decisión radical. A finales de 2007, él y su esposa abandonaron sus ultramodernas instalaciones de Boston y se fueron a vivir a una cabaña de las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil y el Internet llegaba tarde, mal y nunca. Allí, a lo largo de dos años, escribió el polémico libro que lo ha hecho famoso. Se titula en inglés The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains y, en español: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Lo acabo de leer, de un tirón, y he quedado fascinado, asustado y entristecido.
Carr no es un renegado de la informática, no se ha vuelto un ludita contemporáneo que quisiera acabar con todas las computadoras, ni mucho menos. En su libro reconoce la extraordinaria aportación que servicios como el de Google, Twitter, Facebook o Skype prestan a la información y a la comunicación, el tiempo que ahorran, la facilidad con que una inmensa cantidad de seres humanos pueden compartir experiencias, los beneficios que todo esto acarrea a las empresas, a la investigación científica y al desarrollo económico de las naciones.
Pero todo esto tiene un precio y, en última instancia, significará una transformación tan grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano como lo fue el descubrimiento de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV que generalizó la lectura de libros, hasta entonces confinada en una minoría insignificante de clérigos, intelectuales y aristócratas. El libro de Carr es una reivindicación de las teorías del ahora olvidado Marshall McLuhan, a quien nadie hizo mucho caso cuando, hace más de medio siglo, aseguró que los medios no son nunca meros vehículos de un contenido, que ejercen una solapada influencia sobre éste, y que, a largo plazo, modifican nuestra manera de pensar y de actuar. McLuhan se refería sobre todo a la televisión, pero la argumentación del libro de Carr y los abundantes experimentos y testimonios que cita en su apoyo indican que semejante tesis alcanza una extraordinaria actualidad relacionada con el mundo del Internet.
Los defensores recalcitrantes del software alegan que se trata de una herramienta y que está al servicio de quien la usa y, desde luego, hay abundantes experimentos que parecen corroborarlo, siempre y cuando estas pruebas se efectúen en el campo de acción en el que los beneficios de aquella tecnología son indiscutibles: ¿quién podría negar que es un avance casi milagroso que, ahora, en pocos segundos, haciendo un pequeño clic con el ratón, un internauta recabe una información que hace pocos años le exigía semanas o meses de consultas en bibliotecas y a especialistas? Pero también hay pruebas concluyentes de que, cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse porque para ello cuenta con el archivo infinito que pone a su alcance un ordenador, se entumece y debilita como los músculos que dejan de usarse.
No es verdad que el Internet sea sólo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él. No es una metáfora poética decir que la “inteligencia artificial” que está a su servicio, soborna y sensualiza a nuestros órganos pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas herramientas, y, por fin, en sus esclavos. ¿Para qué mantener fresca y activa la memoria si toda ella está almacenada en algo que un programador de sistemas ha llamado “la mejor y más grande biblioteca del mundo”? ¿Y para qué aguzar la atención si pulsando las teclas adecuadas los recuerdos que necesito vienen a mí, resucitados por esas diligentes máquinas?
No es extraño, por eso, que algunos fanáticos de la Web, como el profesor Joe O’Shea, filósofo de la Universidad de Florida, afirme: “Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la información que quiera con mayor rapidez a través de la Web. Cuando uno se vuelve un cazador experimentado en Internet, los libros son superfluos”. Lo atroz de esta frase no es la afirmación final, sino que el filósofo de marras crea que uno lee libros sólo para “informarse”. Es uno de los estragos que puede causar la adicción frenética a la pantallita. De ahí, la patética confesión de la doctora Katherine Hayles, profesora de Literatura de la Universidad de Duke: “Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros”.
Esos alumnos no tienen la culpa de ser ahora incapaces de leer La Guerra y la Paz o el Quijote. Acostumbrados a picotear información en sus computadoras, sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración, han ido perdiendo el hábito y hasta la facultad de hacerlo, y han sido condicionados para contentarse con ese mariposeo cognitivo a que los acostumbra la red, con sus infinitas conexiones y saltos hacia añadidos y complementos, de modo que han quedado en cierta forma vacunados contra el tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee, y que es la única manera de leer, gozando, la gran literatura. Pero no creo que sea sólo la literatura a la que el Internet vuelve superflua: toda obra de creación gratuita, no subordinada a la utilización pragmática, queda fuera del tipo de conocimiento y cultura que propicia la Web. Sin duda que ésta almacenará con facilidad a Proust, Homero, Popper y Platón, pero difícilmente sus obras tendrán muchos lectores. ¿Para qué tomarse el trabajo de leerlas si en Google puedo encontrar síntesis sencillas, claras y amenas de lo que inventaron en esos farragosos librotes que leían los lectores prehistóricos?
La revolución de la información está lejos de haber concluido. Por el contrario, en este dominio cada día surgen nuevas posibilidades, logros, y lo imposible retrocede velozmente. ¿Debemos alegrarnos? Si el género de cultura que está reemplazando a la antigua nos parece un progreso, sin duda sí. Pero debemos inquietarnos si ese progreso significa aquello que un erudito estudioso de los efectos del Internet en nuestro cerebro y en nuestras costumbres, Van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce “la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos”. En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.
Tal vez haya exageraciones en el libro de Nicholas Carr, como ocurre siempre con los argumentos que defienden tesis controvertidas. Yo carezco de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos científicos que describe en su libro. Pero éste me da la impresión de ser riguroso y sensato, un llamado de atención que –para qué engañarnos– no será escuchado. Lo que significa, si él tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la “inteligencia artificial” es imparable. A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas. Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor.
Nicholas Carr estudió Literatura en Dartmouth College y en la Universidad de Harvard y todo indica que fue en su juventud un voraz lector de buenos libros. Luego, como le ocurrió a toda su generación, descubrió el ordenador, el Internet, los prodigios de la gran revolución informática de nuestro tiempo, y no sólo dedicó buena parte de su vida a valerse de todos los servicios online y a navegar mañana y tarde por la red; además, se hizo un profesional y un experto en las nuevas tecnologías de la comunicación sobre las que ha escrito extensamente en prestigiosas publicaciones de Estados Unidos e Inglaterra.
Un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector, y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una o dos páginas de un libro, y, sobre todo si aquello que leía era complejo y demandaba mucha atención y reflexión, surgía en su mente algo así como un recóndito rechazo a continuar con aquel empeño intelectual. Así lo cuenta: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo”.
Preocupado, tomó una decisión radical. A finales de 2007, él y su esposa abandonaron sus ultramodernas instalaciones de Boston y se fueron a vivir a una cabaña de las montañas de Colorado, donde no había telefonía móvil y el Internet llegaba tarde, mal y nunca. Allí, a lo largo de dos años, escribió el polémico libro que lo ha hecho famoso. Se titula en inglés The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains y, en español: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Lo acabo de leer, de un tirón, y he quedado fascinado, asustado y entristecido.
Carr no es un renegado de la informática, no se ha vuelto un ludita contemporáneo que quisiera acabar con todas las computadoras, ni mucho menos. En su libro reconoce la extraordinaria aportación que servicios como el de Google, Twitter, Facebook o Skype prestan a la información y a la comunicación, el tiempo que ahorran, la facilidad con que una inmensa cantidad de seres humanos pueden compartir experiencias, los beneficios que todo esto acarrea a las empresas, a la investigación científica y al desarrollo económico de las naciones.
Pero todo esto tiene un precio y, en última instancia, significará una transformación tan grande en nuestra vida cultural y en la manera de operar del cerebro humano como lo fue el descubrimiento de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV que generalizó la lectura de libros, hasta entonces confinada en una minoría insignificante de clérigos, intelectuales y aristócratas. El libro de Carr es una reivindicación de las teorías del ahora olvidado Marshall McLuhan, a quien nadie hizo mucho caso cuando, hace más de medio siglo, aseguró que los medios no son nunca meros vehículos de un contenido, que ejercen una solapada influencia sobre éste, y que, a largo plazo, modifican nuestra manera de pensar y de actuar. McLuhan se refería sobre todo a la televisión, pero la argumentación del libro de Carr y los abundantes experimentos y testimonios que cita en su apoyo indican que semejante tesis alcanza una extraordinaria actualidad relacionada con el mundo del Internet.
Los defensores recalcitrantes del software alegan que se trata de una herramienta y que está al servicio de quien la usa y, desde luego, hay abundantes experimentos que parecen corroborarlo, siempre y cuando estas pruebas se efectúen en el campo de acción en el que los beneficios de aquella tecnología son indiscutibles: ¿quién podría negar que es un avance casi milagroso que, ahora, en pocos segundos, haciendo un pequeño clic con el ratón, un internauta recabe una información que hace pocos años le exigía semanas o meses de consultas en bibliotecas y a especialistas? Pero también hay pruebas concluyentes de que, cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse porque para ello cuenta con el archivo infinito que pone a su alcance un ordenador, se entumece y debilita como los músculos que dejan de usarse.
No es verdad que el Internet sea sólo una herramienta. Es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio cerebro, el que, también, de una manera discreta, se va adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él. No es una metáfora poética decir que la “inteligencia artificial” que está a su servicio, soborna y sensualiza a nuestros órganos pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas herramientas, y, por fin, en sus esclavos. ¿Para qué mantener fresca y activa la memoria si toda ella está almacenada en algo que un programador de sistemas ha llamado “la mejor y más grande biblioteca del mundo”? ¿Y para qué aguzar la atención si pulsando las teclas adecuadas los recuerdos que necesito vienen a mí, resucitados por esas diligentes máquinas?
No es extraño, por eso, que algunos fanáticos de la Web, como el profesor Joe O’Shea, filósofo de la Universidad de Florida, afirme: “Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la información que quiera con mayor rapidez a través de la Web. Cuando uno se vuelve un cazador experimentado en Internet, los libros son superfluos”. Lo atroz de esta frase no es la afirmación final, sino que el filósofo de marras crea que uno lee libros sólo para “informarse”. Es uno de los estragos que puede causar la adicción frenética a la pantallita. De ahí, la patética confesión de la doctora Katherine Hayles, profesora de Literatura de la Universidad de Duke: “Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros”.
Esos alumnos no tienen la culpa de ser ahora incapaces de leer La Guerra y la Paz o el Quijote. Acostumbrados a picotear información en sus computadoras, sin tener necesidad de hacer prolongados esfuerzos de concentración, han ido perdiendo el hábito y hasta la facultad de hacerlo, y han sido condicionados para contentarse con ese mariposeo cognitivo a que los acostumbra la red, con sus infinitas conexiones y saltos hacia añadidos y complementos, de modo que han quedado en cierta forma vacunados contra el tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee, y que es la única manera de leer, gozando, la gran literatura. Pero no creo que sea sólo la literatura a la que el Internet vuelve superflua: toda obra de creación gratuita, no subordinada a la utilización pragmática, queda fuera del tipo de conocimiento y cultura que propicia la Web. Sin duda que ésta almacenará con facilidad a Proust, Homero, Popper y Platón, pero difícilmente sus obras tendrán muchos lectores. ¿Para qué tomarse el trabajo de leerlas si en Google puedo encontrar síntesis sencillas, claras y amenas de lo que inventaron en esos farragosos librotes que leían los lectores prehistóricos?
La revolución de la información está lejos de haber concluido. Por el contrario, en este dominio cada día surgen nuevas posibilidades, logros, y lo imposible retrocede velozmente. ¿Debemos alegrarnos? Si el género de cultura que está reemplazando a la antigua nos parece un progreso, sin duda sí. Pero debemos inquietarnos si ese progreso significa aquello que un erudito estudioso de los efectos del Internet en nuestro cerebro y en nuestras costumbres, Van Nimwegen, dedujo luego de uno de sus experimentos: que confiar a los ordenadores la solución de todos los problemas cognitivos reduce “la capacidad de nuestros cerebros para construir estructuras estables de conocimientos”. En otras palabras: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos.
Tal vez haya exageraciones en el libro de Nicholas Carr, como ocurre siempre con los argumentos que defienden tesis controvertidas. Yo carezco de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos científicos que describe en su libro. Pero éste me da la impresión de ser riguroso y sensato, un llamado de atención que –para qué engañarnos– no será escuchado. Lo que significa, si él tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la “inteligencia artificial” es imparable. A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas. Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor.
miércoles, 13 de julio de 2011
Trasvase de empleados de Telefónica del Perú a filial Móviles (Según diario el Comercio)

Según el diario el Comercio del día nueve de Julio del presente, la Fusión Telefónica del Perú- Telefónica Móviles no se realizará. Lo único real es la reorganización simple a favor de la filial Móviles, lo cual implicará un trasvase de empleados a dicha filial, en pocas palabras: Personal de TDP sería trasvasado a Móviles.
Ante ello, es importante observar este tema con mucha seriedad, sobre todo, por las implicaciones en el ámbito laboral que podrían presentarse. Es importante señalar que hace algunos días, los mandos (jefes), curiosamente informaron a tiempo, sobre la nueva reorganización de la empresa, donde la Vicepresidencia de Seneca de la Puente asume todo el tema de facturación y comercial, mientras que la de Denis Fernández asume toda la actividad técnica (Gestión de red y Servicio Técnico al Cliente). Por otro lado, según versiones de algunos compañeros, las áreas de comercial y facturación serían las más propensas a vincularse con Móviles, hasta el momento son solo comentarios, pero sea cual sea el caso, todos los que trabajamos en Telefónica del Perú tenemos que evaluar el impacto de este evento en nuestras condiciones de trabajo, tan igual como lo hace la compañía para con sus intereses.
Como muchos sabrán, en Telefónica Móviles las condiciones laborales que existen son completamente distintas a las de Telefónica del Perú, en Móviles no hay horario de Verano, ni de Invierno, no hay Bonificación por Quinquenios, ni mucho menos Bonificación Vacacional, por citar algunos de los logros obtenidos a través del Convenio Colectivo con nuestro sindicato (SUTTP). Esta filial (Móviles), a pesar de tener grandes ingresos, son poquísimos los beneficios que otorga a sus trabajadores.
Hasta el momento en Telefónica del Perú los mandos no han informado formalmente a sus trabajadores sobre los impactos de esta reorganización en los puestos de trabajo, por lo pronto es necesario estar tranquilos, pero muy atentos y unidos.Y por si alguien lo ha olvidado: No firmemos nada que pueda afectarnos en el futuro, miremos el caso de TGSC.
domingo, 22 de mayo de 2011
lunes, 16 de mayo de 2011
¿Y a ti qué te hizo la dictadura de Fujimori?
Hace poco circuló por internet una carta escrita por Nani Pease, hija de Henry Pease. En aquella carta menciona lo que ella y su familia sufrieron en la Dictadura de Fujimori, y también escribe sobre por qué no votará por Keiko Fujimori. Algo que me dejó pensando durante varios días después de haber leído aquella carta, fue la parte final de la misma, donde le pregunta al lector “Por fa, cuéntame ¿qué te hizo la dictadura de Fujimori a ti?”.
Mi nombre es Walter Diaz de la Vega Castillo, trabajo en el rubro de telecomunicaciones desde los 16 años. A los 17 años de edad entré a trabajar a Telefónica del Perú y actualmente sigo laborando en aquella transnacional. Las siguientes líneas serán una respuesta a la pregunta final de la carta de Nani Pease:
Después de culminar la secundaria, mi objetivo primordial fue conseguir un trabajo para ayudar económicamente en mi casa. Estudiando por las noches una carrera técnica y por la mañanas buscando un trabajo, conseguí una plaza para hacer prácticas en una empresa llamada Itete Perú, (sí, esa empresa que te arregla el cablemagico, tu speedy o tu teléfono). No voy a negar que aprendí algo relacionado a lo que estudié, pero resulta que en el periodo que pase en aquella empresa de capital español, nunca estuve en planilla, laboré más de 12 horas diarias y como era “nuevo” tenía que pagar derecho de piso trabajando de lunes a domingo. Recién al tercer mes, después de haber ingresado, me comenzaron a pagar el sueldo mínimo de aquel tiempo (410 soles).
Posteriormente fui trasladado a una subcontrata de la misma Itete Perú (una service de la service, practica muy común de muchas empresas) volviendo a realizar prácticas, pero esta vez si me pagaron desde el comienzo, el primer mes en aquella subcontrata me pagaron la cuantiosa suma de 70 soles por un mes. Sí, aunque te sorprenda, tan solo 70 soles por un mes. Obviamente al recibir ese “premiazo” por mi esfuerzo tuve que buscar otro sitio donde pueda seguir aprendiendo, pero también a la vez ganando algo que valga la pena. Y bueno, algo conseguí, también en una subcontrata de Itete, aquí al menos me pagaban 375 soles al mes.
Meses después ingresé a Telefónica del Perú como practicante. En Telefónica si tenía un día descanso, y me pagaban poco más del sueldo mínimo, pero igual seguía trabajando más de 8 horas diarias.
A pocos días de ingresar a Telefónica me enteré que años atrás habían despedido a miles de trabajadores, según lo que me contaban los compañeros más antiguos, la empresa había decidido despedir a todos los viejos. Recuerdo que una noche del año 2002 me quede conversando con un “tío” (un cariño para los trabajadores más antiguos de Telefónica) hasta casi las 10 de la noche, conversamos sobre la familia, el futbol, los planes para el futuro, etc. Y recuerdo muy bien aquella noche porque al día siguiente, a mi “tío” no lo dejaron ingresar a la empresa. Lo habían despedido sin motivo alguno, bueno si había motivo, tenía 51 años, (dicen que era viejo, pero lo curioso era que el Gerente en aquel tiempo bordeaba esa misma edad). No se imaginan lo que sentí en aquel momento, era una combinación de ira con impotencia, me sentí muy mal de no poder hacer nada.
Mi etapa en Telefónica no ha sido muy diferente a la de Itete Perú, porque de diez años que tengo laborando para ella, solo me están considerando dos años de servicios. Ocho años se fueron a la borda por que Telefónica también me tuvo en diferentes “formas” de trabajo: practicante, cooperativa, contrato a plazo, en filial, etc.
Estimada Nani, todo lo que acabo de narrar líneas atrás, es lo que me hizo la Dictadura de Fujimori. Cuando su régimen modifico todas las leyes y especialmente las laborales, crearon el escenario perfecto para que no se respeten las leyes y la inmunidad prevalezca, y prueba de ello es la poca capacidad del Estado para fiscalizar y hacer respetar las leyes de nuestro país. Hace poco vi un video donde varios de los grandes empresarios del país le festejan sus medidas al Dictador Fujimori, eso confirma aún más lo que pienso.
Me causa mucha indignación que esa etapa de mi vida se siga repitiendo en miles y miles de ciudadanos. Y me sorprendo a veces, ver gente que ha sido y quizás sigue siendo víctima de los abusos laborales, y no sepa o en algunos casos se rehúsen a entender que la causa fundamental de estos abusos proviene de lo que nos dejó la Dictadura de Fujimori.
Al igual que tú yo también, no votaré por la hija de Fujimori.
Mi nombre es Walter Diaz de la Vega Castillo, trabajo en el rubro de telecomunicaciones desde los 16 años. A los 17 años de edad entré a trabajar a Telefónica del Perú y actualmente sigo laborando en aquella transnacional. Las siguientes líneas serán una respuesta a la pregunta final de la carta de Nani Pease:
Después de culminar la secundaria, mi objetivo primordial fue conseguir un trabajo para ayudar económicamente en mi casa. Estudiando por las noches una carrera técnica y por la mañanas buscando un trabajo, conseguí una plaza para hacer prácticas en una empresa llamada Itete Perú, (sí, esa empresa que te arregla el cablemagico, tu speedy o tu teléfono). No voy a negar que aprendí algo relacionado a lo que estudié, pero resulta que en el periodo que pase en aquella empresa de capital español, nunca estuve en planilla, laboré más de 12 horas diarias y como era “nuevo” tenía que pagar derecho de piso trabajando de lunes a domingo. Recién al tercer mes, después de haber ingresado, me comenzaron a pagar el sueldo mínimo de aquel tiempo (410 soles).
Posteriormente fui trasladado a una subcontrata de la misma Itete Perú (una service de la service, practica muy común de muchas empresas) volviendo a realizar prácticas, pero esta vez si me pagaron desde el comienzo, el primer mes en aquella subcontrata me pagaron la cuantiosa suma de 70 soles por un mes. Sí, aunque te sorprenda, tan solo 70 soles por un mes. Obviamente al recibir ese “premiazo” por mi esfuerzo tuve que buscar otro sitio donde pueda seguir aprendiendo, pero también a la vez ganando algo que valga la pena. Y bueno, algo conseguí, también en una subcontrata de Itete, aquí al menos me pagaban 375 soles al mes.
Meses después ingresé a Telefónica del Perú como practicante. En Telefónica si tenía un día descanso, y me pagaban poco más del sueldo mínimo, pero igual seguía trabajando más de 8 horas diarias.
A pocos días de ingresar a Telefónica me enteré que años atrás habían despedido a miles de trabajadores, según lo que me contaban los compañeros más antiguos, la empresa había decidido despedir a todos los viejos. Recuerdo que una noche del año 2002 me quede conversando con un “tío” (un cariño para los trabajadores más antiguos de Telefónica) hasta casi las 10 de la noche, conversamos sobre la familia, el futbol, los planes para el futuro, etc. Y recuerdo muy bien aquella noche porque al día siguiente, a mi “tío” no lo dejaron ingresar a la empresa. Lo habían despedido sin motivo alguno, bueno si había motivo, tenía 51 años, (dicen que era viejo, pero lo curioso era que el Gerente en aquel tiempo bordeaba esa misma edad). No se imaginan lo que sentí en aquel momento, era una combinación de ira con impotencia, me sentí muy mal de no poder hacer nada.
Mi etapa en Telefónica no ha sido muy diferente a la de Itete Perú, porque de diez años que tengo laborando para ella, solo me están considerando dos años de servicios. Ocho años se fueron a la borda por que Telefónica también me tuvo en diferentes “formas” de trabajo: practicante, cooperativa, contrato a plazo, en filial, etc.
Estimada Nani, todo lo que acabo de narrar líneas atrás, es lo que me hizo la Dictadura de Fujimori. Cuando su régimen modifico todas las leyes y especialmente las laborales, crearon el escenario perfecto para que no se respeten las leyes y la inmunidad prevalezca, y prueba de ello es la poca capacidad del Estado para fiscalizar y hacer respetar las leyes de nuestro país. Hace poco vi un video donde varios de los grandes empresarios del país le festejan sus medidas al Dictador Fujimori, eso confirma aún más lo que pienso.
Me causa mucha indignación que esa etapa de mi vida se siga repitiendo en miles y miles de ciudadanos. Y me sorprendo a veces, ver gente que ha sido y quizás sigue siendo víctima de los abusos laborales, y no sepa o en algunos casos se rehúsen a entender que la causa fundamental de estos abusos proviene de lo que nos dejó la Dictadura de Fujimori.
Al igual que tú yo también, no votaré por la hija de Fujimori.
miércoles, 27 de abril de 2011

Lima (Peru.com).- El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, envió un saludo al grupo “No a Keiko” que se creó en Facebook en contra de Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori y quien lucha por la Presidencia de la República.
“Un saludo muy cordial al grupo ‘No a Keiko’, con cuyos objetivos me solidarizo plenamente”, escribió el 24 de abril último el escritor peruano.
El citado grupo agradeció el mensaje y lo publicó en su cuenta de Facebook. Más de 2 mil personas indicaron que “les gusta” dicha información y más de 400 han comentado al respecto.
domingo, 24 de abril de 2011
Perú: Las tarifas de la comunicación fijo – móvil local se encuentran entre los más altos de la región
NOTA DE PRENSA
OSIPTEL regulará las tarifas de las llamadas de teléfonos fijos a móviles
• El Regulador de las Telecomunicaciones considera que las tarifas aún son altas y deben ser ajustadas a sus costos.
El Organismo Regulador de Inversión Privada en Telecomunicaciones (OSIPTEL), publicó hoy las resoluciones 044 y 045 que disponen regular las tarifas que cobran las empresas operadoras por las llamadas de teléfonos fijos a teléfonos móviles de Claro, Movistar y Nextel (llamadas fijo-móvil), con el objetivo de asegurar tarifas más razonables para los usuarios. La tarifa local vigente en el Perú para estas comunicaciones fijo-móvil se encuentra entre las más elevadas de la región.
Actualmente el precio promedio ponderado de las tarifas fijo-móvil es de aproximadamente S/. 0.76 por minuto (con IGV), por lo que el análisis del regulador ha evidenciado que las tarifas están aún por encima de sus costos reales. Puesto que el acceso a la telefonía móvil se ha consolidado en los últimos años, el OSIPTEL considera necesario enfocarse ahora en lograr que las diversas tarifas respondan a los costos efectivos.
Si bien las empresas móviles anunciaron planes de reducciones escalonadas, las tarifas propuestas resultan aún significativamente elevadas. Las tarifas por minuto fijo-móvil finales anunciadas por las empresas son de S/ 0.50 para Telefónica Móviles, S/ 0.65 para América Móvil y S/ 0.67 para Nextel (incluyen IGV). Adicionalmente, la tarifa más baja propuesta por las empresas recién se aplicaría en el 2013.
La decisión del OSIPTEL establece la modificación del sistema tarifario a fin de que el operador fijo establezca las tarifas fijo-móvil, proceso que, con el objetivo de salvaguardar las condiciones de competencia, se hará efectivo luego del establecimiento de la regulación tarifaria a Telefónica del Perú S.A.A, por ser el operador que concentra la mayor cantidad de líneas fijas en servicio.
Lima, 20 de abril de 2011
GERENCIA DE COMUNICACIÓN CORPORATIVA
OSIPTEL
OSIPTEL regulará las tarifas de las llamadas de teléfonos fijos a móviles
• El Regulador de las Telecomunicaciones considera que las tarifas aún son altas y deben ser ajustadas a sus costos.
El Organismo Regulador de Inversión Privada en Telecomunicaciones (OSIPTEL), publicó hoy las resoluciones 044 y 045 que disponen regular las tarifas que cobran las empresas operadoras por las llamadas de teléfonos fijos a teléfonos móviles de Claro, Movistar y Nextel (llamadas fijo-móvil), con el objetivo de asegurar tarifas más razonables para los usuarios. La tarifa local vigente en el Perú para estas comunicaciones fijo-móvil se encuentra entre las más elevadas de la región.
Actualmente el precio promedio ponderado de las tarifas fijo-móvil es de aproximadamente S/. 0.76 por minuto (con IGV), por lo que el análisis del regulador ha evidenciado que las tarifas están aún por encima de sus costos reales. Puesto que el acceso a la telefonía móvil se ha consolidado en los últimos años, el OSIPTEL considera necesario enfocarse ahora en lograr que las diversas tarifas respondan a los costos efectivos.
Si bien las empresas móviles anunciaron planes de reducciones escalonadas, las tarifas propuestas resultan aún significativamente elevadas. Las tarifas por minuto fijo-móvil finales anunciadas por las empresas son de S/ 0.50 para Telefónica Móviles, S/ 0.65 para América Móvil y S/ 0.67 para Nextel (incluyen IGV). Adicionalmente, la tarifa más baja propuesta por las empresas recién se aplicaría en el 2013.
La decisión del OSIPTEL establece la modificación del sistema tarifario a fin de que el operador fijo establezca las tarifas fijo-móvil, proceso que, con el objetivo de salvaguardar las condiciones de competencia, se hará efectivo luego del establecimiento de la regulación tarifaria a Telefónica del Perú S.A.A, por ser el operador que concentra la mayor cantidad de líneas fijas en servicio.
Lima, 20 de abril de 2011
GERENCIA DE COMUNICACIÓN CORPORATIVA
OSIPTEL
sábado, 23 de abril de 2011
La felicidad en el albañal
¿Algo más triste? Sí: el fujimorismo le dio a millones de peruanos una excusa para suponer que toda acción inmoral es justificable en función del relativo bienestar económico inmediato, o, peor aun, en función de unas cifras macroeconímicas que difícilmente afectan el bienestar real de esas mismas personas.
Tomado de Puenteareo1.blogspot.com
23.4.11
La felicidad en el albañal O por qué tantos creen que los Fujimori son una solución
Curioso, pero no tan curioso: quienes se aprestan a votar por Keiko Fujimori colocan como uno de sus argumentos (el más disparatado) su temor de que con Humala llegue una dictadura represiva, que barra con las libertades de información y de prensa.
Y para documentar su temor hacen circular información tergiversada, rebotan emails de entrevistas que nunca se realizaron, forman cadenas de mensajes cuyo origen debe de ser una oficina fujimorista largamente entrenada en campañas de desprestigio y cortinas de humo, y circulan artículos escritos por exabogados de Vladimiro Montesinos.
Y para ponerse al día sobre las cosas que Humala hará con sus libertades de expresión, leen los diarios y las estaciones de televisión del grupo El Comercio, medios en los cuales, hace varios días, han empezado los despidos y los extraños nombramientos: despidos de periodistas que se niegan a escribir en favor de Keiko Fujimori y contra Humala, nombramientos de otros periodistas que ya estuvieron conectados con la mano negra fujimorista en la dictadura anterior.
Lo más lamentable es que en verdad creen que votar por Fujimori es mejor. Lo creen por otras razones: o porque son parte del circuito de la corrupción, o porque son parte del circuito del clientelaje, o porque el anterior gobierno de Fujimori los benefició de alguna manera y no les importan demasiado los costos que otros tuvieron que pagar (con su miseria o con sus vidas).
Empeñados en repetir los méritos de la dictadura fujimorista (la derrota de Sendero Luminoso y la salida de la hiperinflación), olvidan dos verdades coyunturales y muchas otras verdades más riesgosas.
Una de las verdades coyunturales es que la derrota de Sendero Luminoso fue producto del trabajo de un grupo policial que no contó con el apoyo de Fujimori y que laboró más a pesar de él que gracias a él: desfinanciado por su gobierno, minado por las desinteligencias de quienes dirigían la política interna, completamente al margen de la estúpida estrategia violentista del fujimorismo.
La otra es que la corrección de la hiperinflación fue la ejecución parcial y malhecha de un plan que había sido elaborado por el equipo de Vargas Llosa, que Fujimori implementó obviando las medidas de apoyo social, de la manera más salvaje e indolente (con lo que generó el súbito crecimiento de la pobreza extrema, de cuya reducción tomó el crédito años más tarde) y en estricta oposición a todas y cada una de las promesas que hizo durante su campaña.
Las verdades mayores, sin embargo, las que más importan de cara al futuro, son otras, aunque se conecten con las previas: el régimen de Fujimori implantó la mentira como forma habitual de discurso político, el acoso a la oposición como reemplazo del debate, las campañas de desprestigio como método permanente, la corrupción como mecanismo institucional, el chantaje como palanca para moverlo todo, la violencia mediática como lenguaje público, el menosprecio a la inteligencia como nueva forma de sentido común, el asesinato como instrumento de Estado, la compra de conciencias como modo de convencimiento.
El gobierno de Fujimori le puso un precio en oro a la hipocresía, a la vulgarización de la escena pública. Formó una generación entera de peruanos (y reformó a las anteriores y a las siguientes) en la idea de que cualquier síntoma menor de mejoría económica o financiera era más importante que la dignidad de la gente, les inculcó la idea de que una fluctuación negativa de la bolsa es más dañina que un homicidio masivo, que las cifras en azul son más cruciales que el respeto a la vida humana.
Más importante todavía y más aborrecible: el fujimorismo educó a los peruanos en la noción de que no importa la verdad sino la aceptación de la verdad oficial; les hizo creer que la tranquilidad de sus conciencias está en abrazarse al primer discurso que les diga, desde el poder, que los fines son infinitamente más importantes que los medios, o en forzarse voluntariamente a creer que las mentiras que les cuenten son equivalentes a una verdad, si esa mentira les resulta más cómoda.
¿Algo más triste? Sí: el fujimorismo le dio a millones de peruanos una excusa para suponer que toda acción inmoral es justificable en función del relativo bienestar económico inmediato, o, peor aun, en función de unas cifras macroeconímicas que difícilmente afectan el bienestar real de esas mismas personas.
¿Ustedes se han sorprendido en estas semanas al conversar con una prima abogada, un primo desempleado, un abuelo retirado, un ama de casa, un taxista, que cree que los muertos del gobierno fujimorista y los latrocinios del gobierno fujimorista son anecdóticos y secundarios?
Yo también (o yo sí): secretarios y administradoras, economistas y vendedoras de perfumes, hombres y mujeres perfectamente respetables que le dicen a uno: "bien hecho que mataron a todos los terrucos y qué pena si murieron inocentes, lo que cuenta es que Fujimori nos dio tranquilidad; en todas las guerras mueren inocentes, yo no me voy a mortificar pensando en los inocentes que murieron en esta guerra".
O dicen: "Bueno, quizás Fujimori robó más que nadie en la historia del Perú, pero él mismo creó esa riqueza". No los peruanos (que suelen pensar, tristemente, que la riqueza del Perú les ha sido regalada por un caudillo, no creada por ellos mismos), sino Fujimori. Fujimori el gran padre, Fujimori el dios inescrutable de cuyos procedimientos no hay que dudar. ¿Que el fujimorismo robó 6 mil millones de dólares: 750 dólares por cada peruano que vive en la pobreza; unos dos mil dólares por cada peruano en la pobreza extrema? Misteriosos son los caminos del Señor.
Esa es la terrible cualidad del fujimorismo: que cada vez que se vuelve a ofrecer como alternativa, confía en que su trabajo en la dictadura estuvo bien hecho: que, en efecto, la dictadura creó un número suficiente de peruanos que creen firmemente que el mal produce bien, que aceptan sin cuestionamientos éticos que el sufrimiento ajeno produce bienestar propio, que piensan que la prosperidad de los números es la única posible.
Criados en el albañal del fujimorismo, piensan que una cierta cantidad de basura no es sólo aceptable sino que es la condición natural de la vida peruana, y están condicionados a aceptar que en medio de esa basura está la felicidad. La única mediocre felicidad que creen que merecemos.
Tomado de Puenteareo1.blogspot.com
23.4.11
La felicidad en el albañal O por qué tantos creen que los Fujimori son una solución
Curioso, pero no tan curioso: quienes se aprestan a votar por Keiko Fujimori colocan como uno de sus argumentos (el más disparatado) su temor de que con Humala llegue una dictadura represiva, que barra con las libertades de información y de prensa.
Y para documentar su temor hacen circular información tergiversada, rebotan emails de entrevistas que nunca se realizaron, forman cadenas de mensajes cuyo origen debe de ser una oficina fujimorista largamente entrenada en campañas de desprestigio y cortinas de humo, y circulan artículos escritos por exabogados de Vladimiro Montesinos.
Y para ponerse al día sobre las cosas que Humala hará con sus libertades de expresión, leen los diarios y las estaciones de televisión del grupo El Comercio, medios en los cuales, hace varios días, han empezado los despidos y los extraños nombramientos: despidos de periodistas que se niegan a escribir en favor de Keiko Fujimori y contra Humala, nombramientos de otros periodistas que ya estuvieron conectados con la mano negra fujimorista en la dictadura anterior.
Lo más lamentable es que en verdad creen que votar por Fujimori es mejor. Lo creen por otras razones: o porque son parte del circuito de la corrupción, o porque son parte del circuito del clientelaje, o porque el anterior gobierno de Fujimori los benefició de alguna manera y no les importan demasiado los costos que otros tuvieron que pagar (con su miseria o con sus vidas).
Empeñados en repetir los méritos de la dictadura fujimorista (la derrota de Sendero Luminoso y la salida de la hiperinflación), olvidan dos verdades coyunturales y muchas otras verdades más riesgosas.
Una de las verdades coyunturales es que la derrota de Sendero Luminoso fue producto del trabajo de un grupo policial que no contó con el apoyo de Fujimori y que laboró más a pesar de él que gracias a él: desfinanciado por su gobierno, minado por las desinteligencias de quienes dirigían la política interna, completamente al margen de la estúpida estrategia violentista del fujimorismo.
La otra es que la corrección de la hiperinflación fue la ejecución parcial y malhecha de un plan que había sido elaborado por el equipo de Vargas Llosa, que Fujimori implementó obviando las medidas de apoyo social, de la manera más salvaje e indolente (con lo que generó el súbito crecimiento de la pobreza extrema, de cuya reducción tomó el crédito años más tarde) y en estricta oposición a todas y cada una de las promesas que hizo durante su campaña.
Las verdades mayores, sin embargo, las que más importan de cara al futuro, son otras, aunque se conecten con las previas: el régimen de Fujimori implantó la mentira como forma habitual de discurso político, el acoso a la oposición como reemplazo del debate, las campañas de desprestigio como método permanente, la corrupción como mecanismo institucional, el chantaje como palanca para moverlo todo, la violencia mediática como lenguaje público, el menosprecio a la inteligencia como nueva forma de sentido común, el asesinato como instrumento de Estado, la compra de conciencias como modo de convencimiento.
El gobierno de Fujimori le puso un precio en oro a la hipocresía, a la vulgarización de la escena pública. Formó una generación entera de peruanos (y reformó a las anteriores y a las siguientes) en la idea de que cualquier síntoma menor de mejoría económica o financiera era más importante que la dignidad de la gente, les inculcó la idea de que una fluctuación negativa de la bolsa es más dañina que un homicidio masivo, que las cifras en azul son más cruciales que el respeto a la vida humana.
Más importante todavía y más aborrecible: el fujimorismo educó a los peruanos en la noción de que no importa la verdad sino la aceptación de la verdad oficial; les hizo creer que la tranquilidad de sus conciencias está en abrazarse al primer discurso que les diga, desde el poder, que los fines son infinitamente más importantes que los medios, o en forzarse voluntariamente a creer que las mentiras que les cuenten son equivalentes a una verdad, si esa mentira les resulta más cómoda.
¿Algo más triste? Sí: el fujimorismo le dio a millones de peruanos una excusa para suponer que toda acción inmoral es justificable en función del relativo bienestar económico inmediato, o, peor aun, en función de unas cifras macroeconímicas que difícilmente afectan el bienestar real de esas mismas personas.
¿Ustedes se han sorprendido en estas semanas al conversar con una prima abogada, un primo desempleado, un abuelo retirado, un ama de casa, un taxista, que cree que los muertos del gobierno fujimorista y los latrocinios del gobierno fujimorista son anecdóticos y secundarios?
Yo también (o yo sí): secretarios y administradoras, economistas y vendedoras de perfumes, hombres y mujeres perfectamente respetables que le dicen a uno: "bien hecho que mataron a todos los terrucos y qué pena si murieron inocentes, lo que cuenta es que Fujimori nos dio tranquilidad; en todas las guerras mueren inocentes, yo no me voy a mortificar pensando en los inocentes que murieron en esta guerra".
O dicen: "Bueno, quizás Fujimori robó más que nadie en la historia del Perú, pero él mismo creó esa riqueza". No los peruanos (que suelen pensar, tristemente, que la riqueza del Perú les ha sido regalada por un caudillo, no creada por ellos mismos), sino Fujimori. Fujimori el gran padre, Fujimori el dios inescrutable de cuyos procedimientos no hay que dudar. ¿Que el fujimorismo robó 6 mil millones de dólares: 750 dólares por cada peruano que vive en la pobreza; unos dos mil dólares por cada peruano en la pobreza extrema? Misteriosos son los caminos del Señor.
Esa es la terrible cualidad del fujimorismo: que cada vez que se vuelve a ofrecer como alternativa, confía en que su trabajo en la dictadura estuvo bien hecho: que, en efecto, la dictadura creó un número suficiente de peruanos que creen firmemente que el mal produce bien, que aceptan sin cuestionamientos éticos que el sufrimiento ajeno produce bienestar propio, que piensan que la prosperidad de los números es la única posible.
Criados en el albañal del fujimorismo, piensan que una cierta cantidad de basura no es sólo aceptable sino que es la condición natural de la vida peruana, y están condicionados a aceptar que en medio de esa basura está la felicidad. La única mediocre felicidad que creen que merecemos.
Retorno a la dictadura, NO
TRIBUNA: MARIO VARGAS LLOSA
Retorno a la dictadura, no
Tomado del Diario el Pais
PIEDRA DE TOQUE. Elegir presidenta a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación cometida por los peruanos. Equivaldría a legitimar el régimen que envileció la política y sembró de violencia nuestro país
MARIO VARGAS LLOSA 24/04/2011
Cuando los tres candidatos que representan la defensa del sistema democrático y liberal se dedican a destrozarse unos a otros, como ocurrió en las recientes elecciones peruanas -me refiero a Luis Castañeda, Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski-, el resultado es previsible: los tres se autodestruyen y abren el paso de la segunda vuelta electoral a dos candidatos que, desde los extremos, representan una amenaza potencial para la supervivencia de la democracia y el desarrollo económico que, desde hace 10 años, había convertido al Perú en el país que progresaba más rápido en toda América Latina. El poeta César Moro no exageraba demasiado cuando escribió: "En todas partes se cuecen habas, pero en el Perú solo se cuecen habas".
Ollanta Humala ha moderado su mensaje político. Se aleja de Chávez, se acerca a Lula
El voto a Gana Perú no puede ser una abdicación sino un apoyo exigente y crítico
Bien, no es cuestión de suicidarse, porque el suicidio no resuelve los problemas para los que se quedan vivos, de modo que, ahora, por lo menos la mitad de los peruanos debemos elegir entre dos opciones que habíamos descartado: Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Algunos amigos míos han decidido viciar su voto, pues rechazan a ambos candidatos por igual. Ésa es una decisión respetable desde el punto de vista individual y moral, pero nada efectiva en términos colectivos y prácticos, pues no votar equivale siempre a votar por el que gana, ya que se renuncia a hacer algo -aunque sea tan mínimo como lo que representa un solo voto- para impedirlo.
Creo que es preferible elegir, haciendo un esfuerzo de racionalidad y aceptando las tesis del compromiso sartreano, según las cuales siempre hay una opción preferible a las otras, aunque semejante elección implique inevitablemente un riesgo y la posibilidad del error.
No tengo duda alguna de que elegir presidenta del Perú a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación que podría cometer el pueblo peruano. Equivaldría a legitimar la peor dictadura que hemos padecido a lo largo de nuestra historia republicana. Alberto Fujimori no sólo fue un gobernante asesino y ladrón, tal como estableció el tribunal que, en un proceso modélico, lo condenó a 25 años de cárcel. (Según la Procuraduría, sólo se han repatriado unos 184 millones de dólares de los 6.000 que por lo menos se birlaron durante su régimen de las arcas públicas). Fue, además, un traidor a la legalidad constitucional que le permitió acceder al poder en unos comicios legítimos, dando el golpe de Estado que acabó con la democracia en el Perú el 5 de abril de 1992. Keiko Fujimori ha reivindicado ese hecho bochornoso y su entorno está plagado de colaboradores de la dictadura. Como han comprobado los medios de comunicación, el propio ex dictador ha coordinado la campaña presidencial de su hija desde su cárcel dorada.
El pueblo peruano no puede haber olvidado lo que significaron esos ocho años en que Fujimori y Vladimiro Montesinos perpetraron un saqueo sistemático de los recursos públicos, la corrupción que cundió por todos los mecanismos e instituciones del poder en la más absoluta impunidad, los tráficos de armas, de drogas, la manera como políticos, empresarios, directores de canales de televisión, iban a venderse a la dictadura por bolsas y fajos de billetes, escenas de escándalo que han quedado registradas en los vídeos que el propio Montesinos grababa sin duda para chantajear a sus cómplices.
Tampoco puede olvidar los innumerables crímenes, desapariciones, torturas, ejecuciones extrajudiciales y toda clase de violaciones de derechos humanos de campesinos, estudiantes, sindicalistas, periodistas, que marcaron esos años de horror, y contra los que el pueblo peruano reaccionó, a fines de la década de los noventa, cuando, con movilizaciones como la Marcha de los Cuatro Suyos, consiguió derrotar a la dictadura y devolver la libertad al Perú. No es posible que en tan pocos años en la memoria de los peruanos se haya borrado esta ignominia histórica y una mayoría decida ahora con sus votos que se abran las cárceles y las decenas de ladrones y asesinos de la dictadura salgan de nuevo a gobernar el Perú. Todo lo que queda de digno en el país debe impedir, valiéndose del civilizado recurso de las ánforas, semejante vergüenza para nuestra patria.
Votar por Ollanta Humala implica un riesgo para todos quienes defendemos la cultura de la libertad, lo sé muy bien. Su antigua simpatía por las políticas catastróficas de la dictadura del general Velasco y del dictador venezolano Hugo Chávez justifican los recelos de que su subida al poder pudiera significar una ola de estatizaciones que hundiera nuestras industrias y ahuyentara a las empresas e inversores que, en los últimos 10 años, han contribuido de manera decisiva al notable crecimiento de nuestra economía, a la creación de tantos miles de empleos, a la reducción de la pobreza de más de 50% a un tercio de la población y a la buena imagen que se ha ganado el Perú en el extranjero. Asimismo, es lícito el temor de que aquellas antiguas simpatías puedan inducir a su Gobierno a desaparecer una vez más en nuestra historia la libertad de prensa en el país.
Sin embargo, la verdad es que en esta campaña Ollanta Humala ha moderado de manera visible su mensaje político, asegurando que se ha separado del modelo autoritario chavista e identificado con el brasileño de Lula. Por lo demás, en esta campaña ha tenido asesores brasileños cercanos al Partido de los Trabajadores. Ahora asegura que respetará la propiedad privada, que no propiciará estatizaciones, que no recortará la independencia de la prensa ni la inversión extranjera y que está dispuesto a renunciar a la idea de una Asamblea Constituyente que (como lo hizo Chávez en Venezuela) reemplace a la actual Constitución que prohíbe la reelección presidencial.
¿Son estas las convicciones genuinas de alguien que ha evolucionado ideológicamente desde el extremismo hasta las posiciones democráticas de la izquierda latinoamericana que encarnan un Ricardo Lagos, en Chile, un José Mujica en el Uruguay, un Lula y una Dilma Rousseff en Brasil, o un Mauricio Funes en El Salvador? ¿O es una mera postura táctica para ganar una elección, ya que Ollanta Humala sabe muy bien que sólo vencerá en esta segunda vuelta si un importante sector de la clase media peruana vota por él? Creo que la respuesta a esta pregunta que se hacen hoy día tantos peruanos que votaron por Castañeda, Toledo y Kuczynski, no depende tanto de las secretas intenciones que pueda tener el candidato en el fondo de su conciencia, sino de los propios electores que decidan apoyarlo y de la manera en que lo hagan.
Este apoyo no puede ser una abdicación sino un apoyo exigente y crítico, a fin de que Ollanta Humala nos dé pruebas fehacientes de su identificación con la democracia y con una política económica de mercado sin la cual el Perú entraría en una crisis y un empobrecimiento que condenaría al fracaso todos los programas de redistribución y de combate a la pobreza que figuran en el plan de gobierno de Gana Perú. Para que aquellos programas sean exitosos es indispensable que el Perú siga creciendo como lo ha hecho estos últimos años, ya que si no hay riqueza no hay nada que redistribuir. Eso lo han entendido los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos y salvadoreños y por eso, aunque se sigan llamando socialistas, aplican o han aplicado en el Gobierno políticas socialdemócratas (no digo liberales para no espantar a nadie, pero si dejara esa palabra no mentiría). Si Ollanta Humala persevera en esta dirección que parece haber emprendido, la democracia peruana estará a salvo y continuará el progreso económico, acompañado de una política social inteligente que devolverá la confianza en el sistema a quienes, por sentirse marginados y frustrados de ese desarrollo que no los alcanzaba, optaron por los extremos.
Cuando escribo este artículo, buena parte de votantes por el partido de Alejandro Toledo, Perú Posible, parece haber optado por ese apoyo exigente y crítico a Ollanta Humala que yo propongo. Mi esperanza es que los otros partidos democráticos del Perú, como Acción Popular, el Partido Popular Cristiano y el APRA, que, con tantos miles de independientes, combatieron con gallardía a la dictadura fujimorista y ayudaron a derrotarla, se sumen a este empeño, para evitar el retorno de un régimen que envileció la política y sembró de violencia, delito y sufrimiento a nuestro país y para asegurarnos que la llegada de Ollanta Humala al poder fortalezca y no destruya la democracia que recobramos hace apenas 10 años.
Retorno a la dictadura, no
Tomado del Diario el Pais
PIEDRA DE TOQUE. Elegir presidenta a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación cometida por los peruanos. Equivaldría a legitimar el régimen que envileció la política y sembró de violencia nuestro país
MARIO VARGAS LLOSA 24/04/2011
Cuando los tres candidatos que representan la defensa del sistema democrático y liberal se dedican a destrozarse unos a otros, como ocurrió en las recientes elecciones peruanas -me refiero a Luis Castañeda, Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski-, el resultado es previsible: los tres se autodestruyen y abren el paso de la segunda vuelta electoral a dos candidatos que, desde los extremos, representan una amenaza potencial para la supervivencia de la democracia y el desarrollo económico que, desde hace 10 años, había convertido al Perú en el país que progresaba más rápido en toda América Latina. El poeta César Moro no exageraba demasiado cuando escribió: "En todas partes se cuecen habas, pero en el Perú solo se cuecen habas".
Ollanta Humala ha moderado su mensaje político. Se aleja de Chávez, se acerca a Lula
El voto a Gana Perú no puede ser una abdicación sino un apoyo exigente y crítico
Bien, no es cuestión de suicidarse, porque el suicidio no resuelve los problemas para los que se quedan vivos, de modo que, ahora, por lo menos la mitad de los peruanos debemos elegir entre dos opciones que habíamos descartado: Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Algunos amigos míos han decidido viciar su voto, pues rechazan a ambos candidatos por igual. Ésa es una decisión respetable desde el punto de vista individual y moral, pero nada efectiva en términos colectivos y prácticos, pues no votar equivale siempre a votar por el que gana, ya que se renuncia a hacer algo -aunque sea tan mínimo como lo que representa un solo voto- para impedirlo.
Creo que es preferible elegir, haciendo un esfuerzo de racionalidad y aceptando las tesis del compromiso sartreano, según las cuales siempre hay una opción preferible a las otras, aunque semejante elección implique inevitablemente un riesgo y la posibilidad del error.
No tengo duda alguna de que elegir presidenta del Perú a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación que podría cometer el pueblo peruano. Equivaldría a legitimar la peor dictadura que hemos padecido a lo largo de nuestra historia republicana. Alberto Fujimori no sólo fue un gobernante asesino y ladrón, tal como estableció el tribunal que, en un proceso modélico, lo condenó a 25 años de cárcel. (Según la Procuraduría, sólo se han repatriado unos 184 millones de dólares de los 6.000 que por lo menos se birlaron durante su régimen de las arcas públicas). Fue, además, un traidor a la legalidad constitucional que le permitió acceder al poder en unos comicios legítimos, dando el golpe de Estado que acabó con la democracia en el Perú el 5 de abril de 1992. Keiko Fujimori ha reivindicado ese hecho bochornoso y su entorno está plagado de colaboradores de la dictadura. Como han comprobado los medios de comunicación, el propio ex dictador ha coordinado la campaña presidencial de su hija desde su cárcel dorada.
El pueblo peruano no puede haber olvidado lo que significaron esos ocho años en que Fujimori y Vladimiro Montesinos perpetraron un saqueo sistemático de los recursos públicos, la corrupción que cundió por todos los mecanismos e instituciones del poder en la más absoluta impunidad, los tráficos de armas, de drogas, la manera como políticos, empresarios, directores de canales de televisión, iban a venderse a la dictadura por bolsas y fajos de billetes, escenas de escándalo que han quedado registradas en los vídeos que el propio Montesinos grababa sin duda para chantajear a sus cómplices.
Tampoco puede olvidar los innumerables crímenes, desapariciones, torturas, ejecuciones extrajudiciales y toda clase de violaciones de derechos humanos de campesinos, estudiantes, sindicalistas, periodistas, que marcaron esos años de horror, y contra los que el pueblo peruano reaccionó, a fines de la década de los noventa, cuando, con movilizaciones como la Marcha de los Cuatro Suyos, consiguió derrotar a la dictadura y devolver la libertad al Perú. No es posible que en tan pocos años en la memoria de los peruanos se haya borrado esta ignominia histórica y una mayoría decida ahora con sus votos que se abran las cárceles y las decenas de ladrones y asesinos de la dictadura salgan de nuevo a gobernar el Perú. Todo lo que queda de digno en el país debe impedir, valiéndose del civilizado recurso de las ánforas, semejante vergüenza para nuestra patria.
Votar por Ollanta Humala implica un riesgo para todos quienes defendemos la cultura de la libertad, lo sé muy bien. Su antigua simpatía por las políticas catastróficas de la dictadura del general Velasco y del dictador venezolano Hugo Chávez justifican los recelos de que su subida al poder pudiera significar una ola de estatizaciones que hundiera nuestras industrias y ahuyentara a las empresas e inversores que, en los últimos 10 años, han contribuido de manera decisiva al notable crecimiento de nuestra economía, a la creación de tantos miles de empleos, a la reducción de la pobreza de más de 50% a un tercio de la población y a la buena imagen que se ha ganado el Perú en el extranjero. Asimismo, es lícito el temor de que aquellas antiguas simpatías puedan inducir a su Gobierno a desaparecer una vez más en nuestra historia la libertad de prensa en el país.
Sin embargo, la verdad es que en esta campaña Ollanta Humala ha moderado de manera visible su mensaje político, asegurando que se ha separado del modelo autoritario chavista e identificado con el brasileño de Lula. Por lo demás, en esta campaña ha tenido asesores brasileños cercanos al Partido de los Trabajadores. Ahora asegura que respetará la propiedad privada, que no propiciará estatizaciones, que no recortará la independencia de la prensa ni la inversión extranjera y que está dispuesto a renunciar a la idea de una Asamblea Constituyente que (como lo hizo Chávez en Venezuela) reemplace a la actual Constitución que prohíbe la reelección presidencial.
¿Son estas las convicciones genuinas de alguien que ha evolucionado ideológicamente desde el extremismo hasta las posiciones democráticas de la izquierda latinoamericana que encarnan un Ricardo Lagos, en Chile, un José Mujica en el Uruguay, un Lula y una Dilma Rousseff en Brasil, o un Mauricio Funes en El Salvador? ¿O es una mera postura táctica para ganar una elección, ya que Ollanta Humala sabe muy bien que sólo vencerá en esta segunda vuelta si un importante sector de la clase media peruana vota por él? Creo que la respuesta a esta pregunta que se hacen hoy día tantos peruanos que votaron por Castañeda, Toledo y Kuczynski, no depende tanto de las secretas intenciones que pueda tener el candidato en el fondo de su conciencia, sino de los propios electores que decidan apoyarlo y de la manera en que lo hagan.
Este apoyo no puede ser una abdicación sino un apoyo exigente y crítico, a fin de que Ollanta Humala nos dé pruebas fehacientes de su identificación con la democracia y con una política económica de mercado sin la cual el Perú entraría en una crisis y un empobrecimiento que condenaría al fracaso todos los programas de redistribución y de combate a la pobreza que figuran en el plan de gobierno de Gana Perú. Para que aquellos programas sean exitosos es indispensable que el Perú siga creciendo como lo ha hecho estos últimos años, ya que si no hay riqueza no hay nada que redistribuir. Eso lo han entendido los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos y salvadoreños y por eso, aunque se sigan llamando socialistas, aplican o han aplicado en el Gobierno políticas socialdemócratas (no digo liberales para no espantar a nadie, pero si dejara esa palabra no mentiría). Si Ollanta Humala persevera en esta dirección que parece haber emprendido, la democracia peruana estará a salvo y continuará el progreso económico, acompañado de una política social inteligente que devolverá la confianza en el sistema a quienes, por sentirse marginados y frustrados de ese desarrollo que no los alcanzaba, optaron por los extremos.
Cuando escribo este artículo, buena parte de votantes por el partido de Alejandro Toledo, Perú Posible, parece haber optado por ese apoyo exigente y crítico a Ollanta Humala que yo propongo. Mi esperanza es que los otros partidos democráticos del Perú, como Acción Popular, el Partido Popular Cristiano y el APRA, que, con tantos miles de independientes, combatieron con gallardía a la dictadura fujimorista y ayudaron a derrotarla, se sumen a este empeño, para evitar el retorno de un régimen que envileció la política y sembró de violencia, delito y sufrimiento a nuestro país y para asegurarnos que la llegada de Ollanta Humala al poder fortalezca y no destruya la democracia que recobramos hace apenas 10 años.
En el Perú son Inutiles los Estudios Ambientales
Inútiles estudios
Tomado de IDL reporteros
Una buena parte de los estudios ambientales de las empresas mineras sirve para muy poca cosa. Y luego se sorprenden por los conflictos sociales.

Pobladores de Islay en plena protesta contra el proyecto minero Tía María de Southern Peru Corporation, que presentó un Estudio de Impacto Ambiental con graves deficiencias (Foto: La República).
Por Milagros Salazar.-
La mayoría de conflictos sociales en el Perú ocurre entre las empresas mineras y los pueblos en donde se desarrolla esta actividad*. En casi todos los casos, la razón del conflicto es ambiental: el agua, el aire, los tóxicos.
Por eso, la única manera de establecer una coexistencia razonable entre las minas y los pueblos vecinos es determinar de antemano el nivel de efecto, daño o trauma ambiental que pueda tener un proyecto minero. Eso podría conocerse a través de los estudios ambientales (EAs)**, que las empresas mineras están obligadas a presentar al ministerio de Energía y Minas para obtener el permiso de explotación.
Pero, a pesar de su importancia, tanto para evitar conflictos como para hacer posible la actividad que produce más divisas para el país, muchos estudios ambientales tienen graves deficiencias, según un documento de Energía y Minas.
A la vez, el Ministerio no cuenta con suficientes profesionales competentes para una eficaz revisión de los estudios. Paralelamente, en un área impregnada de conflictos de interés, hay funcionarios que pasan del Estado a las empresas y de éstas a puestos claves en Energía y Minas, en un carrusel vicioso que deprime aún más la calidad y utilidad de los estudios ambientales.

Felipe Ramírez, director de Asuntos Ambientales Mineros.
El informe oficial
La situación llegó a tal nivel de parálisis que en junio de 2010, la Dirección General de Asuntos Ambientales Mineros tenía 378 estudios ambientales congelados, que ingresaron entre 1993 y junio de 2010.
Según su director Felipe Ramírez, el “cuello de botella” actual es de 200 estudios pendientes.
Fuentes consultadas por IDL-Reporteros revelaron que en una reunión de julio de 2010, Ramírez advirtió a unos 80 empresarios mineros que varios de los estudios ambientales elaborados por las consultoras que contratan las compañías, tienen párrafos íntegros copiados de otros estudios. No se trata solo del hecho del plagio sino que ello revela también la falta de investigación propia.
En el diagnóstico del Minem que el funcionario presentó en Power Point a los empresarios, se detectó también que varios estudios de impacto ambiental tenían una sub estimación de los impactos de la cantidad y calidad del agua y aire, que las evaluaciones de impactos ambientales no toman en cuenta el inventario de manantiales, puquiales o bofedales a ser afectados.
Que tampoco se presentaban simulaciones frente a fugas de contaminantes sobre suelos, cuerpos de aguas. Y que las evaluaciones de daños en los cursos de agua no se realizaban de manera integrada ni considerando los daños acumulativos.
El representante de Barrick, Jorge Chávez, quien asistió a ese encuentro, intentó refutar partes del informe y declaró a IDL-Reporteros que el diagnóstico del ministerio “carecía completamente de autocrítica, ya que en ningún momento se señaló un punto de mejora (en Energía y Minas)”.
Sin embargo reconoció que al no incluirse información necesaria en los estudios, algunas empresas incrementaban la carga del Minem. Pero “los comentarios no eran aplicables a todos los estudios ni a todas las empresas”, insistió Chávez.
Los empresarios recalcaron, por ejemplo, su antigua queja de que la revisión de los estudios ambientales suele demorar mucho más de los 90 días de plazo que establece la norma.
Los consultores
Si los estudios ambientales están tan mal elaborados, ¿son las consultoras contratadas por las mineras las responsables del problema?
“Hay gestores de proyectos (empresas) de todo tipo, existen los que quieren que hagas un estudio en dos meses y los que esperan que se realice en un año como debe ser [para cubrir, entre otras cosas, las temporadas seca y húmeda]”, explicó a IDL- Reporteros, Luis Moreno, gerente de asuntos ambientales de Cesel, la mayor consultora peruana del sector.
Moreno consideró que un estudio sólido para mediana minería puede costar 150 mil dólares y para gran minería supera el millón de dólares y se requiere unos 20 expertos.
“Si el ministerio dice que los estudios andan mal, no debe aprobarlos”, opinó Moreno, tras señalar que el Minem no tiene una metodología estándar de revisión.
A eso hay que añadir los frecuentes conflictos de interés, que se expresan sobre todo en el caso de los funcionarios captados por las empresas.

José Mogrovejo, ex director de Asuntos Ambientales Mineros, y actual funcionario de la cuestionada empresa Doe Run (Foto: SPDA).
Un caso notorio es el de José Mogrovejo, el ex director de asuntos ambientales mineros que aprobó en 1998 la primera modificatoria del PAMA de la fundición de La Oroya en manos de Doe Run y al año siguiente empezó a trabajar en esa compañía.
Julio Bonelli también ocupó el mismo cargo entre 2000 y 2007 y luego fue consultor de mineras hasta convertirse en el actual Gerente de Permisos de Yanacocha. Luis Sánchez, quien fue su brazo derecho, se convirtió en Gerente de Medio Ambiente de Gold Fields.
También hay de aquellos que pasaron de una empresa a puestos claves en el Minem como Felipe Ramírez, quien fue gerente de Asuntos Externos y Comunicaciones de Yanacocha, entre 2006 y 2009, justo en el período del conflicto Combayo en Cajamarca.
Según un diagnóstico de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) sobre las direcciones generales de asuntos ambientales mineros y energéticos, la mayoría de funcionarios que revisa los estudios no tiene suficiente experiencia, gana poco y no son especializados en temas claves como geología o hidrología.
En la lista de 41 profesionales del Sistema de Evaluadores Externos del Minem, no existe un sólo hidrólogo.
Cada consultor externo tiene apenas 15 días para revisar un voluminoso EIA mientras que los funcionarios de planilla del Minem deben alternar esa tarea con otras actividades.
¿Con las altas ganancias que obtienen las empresas y los impuestos que ingresan al Estado por esta actividad es posible tal abandono de los estudios ambientales de la minería? Sólo entre 2007 y 2010 las principales empresas del sector lograron utilidades por encima de los 31 mil millones de dólares, según la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores.
En la última década el precio promedio del oro, cobre y plata creció hasta cinco veces al mismo ritmo que los conflictos mineros pero, lamentablemente, no respecto a la calidad de estos estudios.
* Más del 70% de los conflictos ambientales están vinculados a la minería, según la Defensoría del Pueblo.
** Los EAs abarcan diversos instrumentos de gestión ambiental como los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), los Programas de Adecuación de Manejo Ambiental (PAMA), las Declaraciones de Impacto Ambiental (DIA), entre otros.
Tomado de IDL reporteros
Una buena parte de los estudios ambientales de las empresas mineras sirve para muy poca cosa. Y luego se sorprenden por los conflictos sociales.

Pobladores de Islay en plena protesta contra el proyecto minero Tía María de Southern Peru Corporation, que presentó un Estudio de Impacto Ambiental con graves deficiencias (Foto: La República).
Por Milagros Salazar.-
La mayoría de conflictos sociales en el Perú ocurre entre las empresas mineras y los pueblos en donde se desarrolla esta actividad*. En casi todos los casos, la razón del conflicto es ambiental: el agua, el aire, los tóxicos.
Por eso, la única manera de establecer una coexistencia razonable entre las minas y los pueblos vecinos es determinar de antemano el nivel de efecto, daño o trauma ambiental que pueda tener un proyecto minero. Eso podría conocerse a través de los estudios ambientales (EAs)**, que las empresas mineras están obligadas a presentar al ministerio de Energía y Minas para obtener el permiso de explotación.
Pero, a pesar de su importancia, tanto para evitar conflictos como para hacer posible la actividad que produce más divisas para el país, muchos estudios ambientales tienen graves deficiencias, según un documento de Energía y Minas.
A la vez, el Ministerio no cuenta con suficientes profesionales competentes para una eficaz revisión de los estudios. Paralelamente, en un área impregnada de conflictos de interés, hay funcionarios que pasan del Estado a las empresas y de éstas a puestos claves en Energía y Minas, en un carrusel vicioso que deprime aún más la calidad y utilidad de los estudios ambientales.

Felipe Ramírez, director de Asuntos Ambientales Mineros.
El informe oficial
La situación llegó a tal nivel de parálisis que en junio de 2010, la Dirección General de Asuntos Ambientales Mineros tenía 378 estudios ambientales congelados, que ingresaron entre 1993 y junio de 2010.
Según su director Felipe Ramírez, el “cuello de botella” actual es de 200 estudios pendientes.
Fuentes consultadas por IDL-Reporteros revelaron que en una reunión de julio de 2010, Ramírez advirtió a unos 80 empresarios mineros que varios de los estudios ambientales elaborados por las consultoras que contratan las compañías, tienen párrafos íntegros copiados de otros estudios. No se trata solo del hecho del plagio sino que ello revela también la falta de investigación propia.
En el diagnóstico del Minem que el funcionario presentó en Power Point a los empresarios, se detectó también que varios estudios de impacto ambiental tenían una sub estimación de los impactos de la cantidad y calidad del agua y aire, que las evaluaciones de impactos ambientales no toman en cuenta el inventario de manantiales, puquiales o bofedales a ser afectados.
Que tampoco se presentaban simulaciones frente a fugas de contaminantes sobre suelos, cuerpos de aguas. Y que las evaluaciones de daños en los cursos de agua no se realizaban de manera integrada ni considerando los daños acumulativos.
El representante de Barrick, Jorge Chávez, quien asistió a ese encuentro, intentó refutar partes del informe y declaró a IDL-Reporteros que el diagnóstico del ministerio “carecía completamente de autocrítica, ya que en ningún momento se señaló un punto de mejora (en Energía y Minas)”.
Sin embargo reconoció que al no incluirse información necesaria en los estudios, algunas empresas incrementaban la carga del Minem. Pero “los comentarios no eran aplicables a todos los estudios ni a todas las empresas”, insistió Chávez.
Los empresarios recalcaron, por ejemplo, su antigua queja de que la revisión de los estudios ambientales suele demorar mucho más de los 90 días de plazo que establece la norma.
Los consultores
Si los estudios ambientales están tan mal elaborados, ¿son las consultoras contratadas por las mineras las responsables del problema?
“Hay gestores de proyectos (empresas) de todo tipo, existen los que quieren que hagas un estudio en dos meses y los que esperan que se realice en un año como debe ser [para cubrir, entre otras cosas, las temporadas seca y húmeda]”, explicó a IDL- Reporteros, Luis Moreno, gerente de asuntos ambientales de Cesel, la mayor consultora peruana del sector.
Moreno consideró que un estudio sólido para mediana minería puede costar 150 mil dólares y para gran minería supera el millón de dólares y se requiere unos 20 expertos.
“Si el ministerio dice que los estudios andan mal, no debe aprobarlos”, opinó Moreno, tras señalar que el Minem no tiene una metodología estándar de revisión.
A eso hay que añadir los frecuentes conflictos de interés, que se expresan sobre todo en el caso de los funcionarios captados por las empresas.

José Mogrovejo, ex director de Asuntos Ambientales Mineros, y actual funcionario de la cuestionada empresa Doe Run (Foto: SPDA).
Un caso notorio es el de José Mogrovejo, el ex director de asuntos ambientales mineros que aprobó en 1998 la primera modificatoria del PAMA de la fundición de La Oroya en manos de Doe Run y al año siguiente empezó a trabajar en esa compañía.
Julio Bonelli también ocupó el mismo cargo entre 2000 y 2007 y luego fue consultor de mineras hasta convertirse en el actual Gerente de Permisos de Yanacocha. Luis Sánchez, quien fue su brazo derecho, se convirtió en Gerente de Medio Ambiente de Gold Fields.
También hay de aquellos que pasaron de una empresa a puestos claves en el Minem como Felipe Ramírez, quien fue gerente de Asuntos Externos y Comunicaciones de Yanacocha, entre 2006 y 2009, justo en el período del conflicto Combayo en Cajamarca.
Según un diagnóstico de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) sobre las direcciones generales de asuntos ambientales mineros y energéticos, la mayoría de funcionarios que revisa los estudios no tiene suficiente experiencia, gana poco y no son especializados en temas claves como geología o hidrología.
En la lista de 41 profesionales del Sistema de Evaluadores Externos del Minem, no existe un sólo hidrólogo.
Cada consultor externo tiene apenas 15 días para revisar un voluminoso EIA mientras que los funcionarios de planilla del Minem deben alternar esa tarea con otras actividades.
¿Con las altas ganancias que obtienen las empresas y los impuestos que ingresan al Estado por esta actividad es posible tal abandono de los estudios ambientales de la minería? Sólo entre 2007 y 2010 las principales empresas del sector lograron utilidades por encima de los 31 mil millones de dólares, según la Comisión Nacional Supervisora de Empresas y Valores.
En la última década el precio promedio del oro, cobre y plata creció hasta cinco veces al mismo ritmo que los conflictos mineros pero, lamentablemente, no respecto a la calidad de estos estudios.
* Más del 70% de los conflictos ambientales están vinculados a la minería, según la Defensoría del Pueblo.
** Los EAs abarcan diversos instrumentos de gestión ambiental como los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), los Programas de Adecuación de Manejo Ambiental (PAMA), las Declaraciones de Impacto Ambiental (DIA), entre otros.
viernes, 22 de abril de 2011
Entrevista a Mario Vargas Llosa / Argentina 22 Abril 2011

“Los socialdemócratas tienen debilidades colectivistas”
Reportaje a Vargas Llosa sobre su conversión del Socialismo al Liberalismo.
Tomado de Puraletra
Defendió a Von Hayek y Friedman, los ultraderechistas que respaldaron a Pinochet y fundaron la Sociedad Mont Pelerin que lo invitó a la Argentina. Pero dijo que él nunca apoyó a una dictadura. Una entrevista con Vargas Llosa sobre la economía, Lula, Cardoso, el Estado, los liberales, Sudamérica, Humala y Dostoievski
Por Martín Granovsky y Silvina Friera
Si tiene que quedarse con un solo libro sabe cuál es: La guerra y la paz, de León Tolstoi. Conoce su próximo voto en el ballottage peruano: será por Ollanta Humala y no por Keiko, la hija del dictador Alberto Fujimori. Confiesa que se siente perplejo sobre la crisis económica internacional. Y, quizá porque la provoca, acepta la polémica.
Mario Vargas Llosa vino a Buenos Aires para dar una conferencia en la Feria del Libro (ver página 5) y participar de una reunión de la Mont Pelerin Society, fundada en 1947, entre otros, por los economistas Milton Friedman y Friedrich von Hayek y presidida hoy por el neocelandés ultraconservador Kenneth Minogue, profesor de Ciencia Política en la London School of Economics. Los visitantes fueron agasajados por Mauricio Macri y discutieron un tema que los preocupa: “El desafío populista a la libertad latinoamericana”.
A las 10 de la mañana de ayer, cuando recibió a Página/12 en la suite presidencial del Sheraton, la bruma caía sobre Retiro. Vargas Llosa miró el paisaje desde la ventana dos veces, al llegar y antes de irse. En el medio concedió un reportaje que aquí se transcribe en el orden exacto en que fue realizado y entero, incluyendo su crítica a la Revolución Cubana y hasta la curiosa forma en que el escritor se refirió a su idolatrado Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente brasileño: Henríquez.
–En El sueño del Celta un personaje dice: “Se puede ser un gran escritor y un timorato en asuntos políticos”. ¿Qué piensa usted de la frase?
–El personaje a quien se refiere es Joseph Conrad y no Roger Casement. Conrad era timorato políticamente por una razón obvia: era un recién venido a la nacionalidad británica. Por otra parte, tenía esa especie de lealtad perruna que tiene un inmigrante de primera generación al país que ha hecho suyo, que lo ha acogido y al que se ha integrado. Aunque eran muy amigos, el hecho de que Casement optara por Alemania en la Primera Guerra Mundial, un país al que, por razones obvias, los polacos...
–Como Conrad.–
Claro. Los polacos odiaban a Alemania tanto como a Rusia porque los habían desaparecido como país. Eso hizo que Conrad tomara distancia de Casement y retirara su firma de ese manifiesto de los intelectuales que pedían la conmutación de la pena. Debió dolerle mucho porque eran amigos. Casement tenía una enorme admiración por Conrad. Conrad sí había apoyado la lucha de Casement contra el gobierno belga por las atrocidades que se cometían en el Congo. El diálogo es ficticio, inventado.
–Pero Conrad retiró su firma.
–Sí, sí existió el hecho de que Conrad retiró su firma, y aunque no hay testimonios de eso, es segurísimo que para Casement debió ser muy doloroso que una persona que tanto admiraba, y que además tenía prestigio, no quisiera firmar esa solicitud.
–¿Qué es un timorato en política? Porque timorato es una palabra que se usa poco.
Es alguien que teme pronunciarse con claridad sobre aquellas cosas que cree. No es una persona vacilante...
–No está hablando de un apolítico.
–No, es una persona que no tiene el coraje de asumir públicamente sus opiniones políticas porque piensa que hay riesgos implicados en ello. Eso diría que es un timorato. Una persona puede ser vacilante, puede tener dudas respecto a ciertos temas, eso es perfectamente legítimo.
–Y es bueno, ¿no?
–Sí, es bueno, en muchos casos es bueno. Tener mucha seguridad es peligroso (se ríe).
–¿Qué es lo contrario de “timorato” para alguien que conoce tan bien la lengua como usted? ¿Hay un antónimo?
–(Piensa.) A ver... Yo creo que es un poco exacerbado decir “valiente”. No lo sé. Me parece que si una persona tiene ideas políticas, sobre todo en circunstancias en que esas ideas están puestas a prueba (y ya no se diga cuando están en peligro), debe defenderlas. Si cree en ellas, debe defenderlas. Sobre todo en América latina nosotros sabemos muchas veces adónde conducen esos riesgos. Entonces me parece que una persona debe defender sus ideas, preferentemente con razones y no a pedradas o puñetazos.
–¿Usted hizo un click en sus ideas políticas de un momento a otro?
–No. Un click de un momento a otro nunca, creo. Ha sido un proceso. Por ejemplo, el pasar de convicciones socialistas a convicciones democráticas y liberales ha sido un proceso que tiene distintas etapas, pero creo que se inicia a mediados de los años ’60, en relación con Cuba, básicamente.
–¿Pero en algún momento hace un click entre no decir las cosas o decirlas?
–No, no. Digamos que yo creo que estaba muy identificado con la izquierda, básicamente a partir de la Revolución Cubana, y empecé a tener ciertas dudas, pero no me atrevía a hacerlas públicas. La primera duda seria que yo tengo con la Revolución Cubana es cuando la Umap, las unidades militares de apoyo a la producción, un eufemismo para campos de concentración.
–¿Por qué lo dice?
–Eran campos de concentración donde metieron a gusanos, a criminales comunes y a gays. Para mí eso fue una experiencia muy chocante, yo no lo esperaba. Conocí a bastantes de los jóvenes que fueron a los campos de concentración.
–El año pasado Fidel Castro dijo al diario La Jornada de México que la persecución a los gays había sido uno de los grandes errores de la Revolución Cubana.
–Un poco tarde, ¿no? Porque en esa experiencia pues no solamente sufrieron terriblemente chicas y chicos que eran identificados con la revolución, los del grupo El Puente. Fue muy traumático, muy violento, y para mí fue la primera vez que tuve dudas muy serias de si la Revolución Cubana era lo que yo creía y lo que yo decía que era. Ese hecho me fue cambiando muchísimo, me creó muchas dudas, me empezó a estimular actitudes críticas frente a la revolución. Otra experiencia que resultó confirmatoria y mucho más importante para mi evolución fue el apoyo de Fidel a la invasión de Checoslovaquia, cuando la invasión de los países del Pacto de Varsovia.
–La de 1968.
–Sí. Fue la primera vez que ya no me importó “armar al enemigo”, y lo digo entre comillas para hablar de la fórmula chantajista que mantenía siempre a los críticos de izquierda en el silencio. Ahí escribí un artículo que se llamó “El socialismo y los tanques”, claramente haciendo una crítica a la revolución. Pero todavía fui una vez más a Cuba después de eso, que fue la última vez que he estado allá, ya no me acuerdo el año, no sé si ’69 o ’70, inmediatamente antes del caso (del poeta Heberto) Padilla. Todavía no lo habían metido preso, pero era evidente que lo iban a meter preso en cualquier momento. Padilla estaba enloquecido por la tensión en la que vivía, y el clima era un clima... de una... Uff, había zozobra, había miedo entre muchos escritores que conocía muy bien. Yo salí completamente angustiado de ese viaje, y al poquito ocurrió el caso Padilla, que fue lo definitivo.
–¿Ese fue un cambio de ideas socialistas a ideas liberales?
–No, el liberalismo es posterior. En ese momento el socialismo entusiasta pasa a ser un socialismo muy crítico, pasa a ser una socialdemocracia. Yo me sentí como se sienten los curas que de pronto se vuelven ateos: muy desamparado, muy solo, en un mundo muy confuso. Fue un proceso lento de revalorización de la idea de democracia, la importancia de esa democracia formal tan denostada por la izquierda, y empecé a leer a Raymond Aron, a (George) Orwell, a (Arthur) Koestler y a (Albert) Camus, a quien había leído y había atacado cuando yo era muy sartreano. Incluso publiqué un librito que se llama Entre Sartre y Camus, contando esa evolución.
–¿Y el liberalismo cuándo comenzó en usted?
–Primero fue una especie de rescate de la idea democrática, de la importancia de esos valores formales, de las formas en lo político. Y luego creo que el liberalismo fue el descubrimiento de Isaiah Berlin y (Karl) Popper. La lectura de Popper, la lectura de La sociedad abierta y sus enemigos para mí fue fundamental; es uno de los libros que más me ha marcado, me ha cambiado, me enriqueció extraordinariamente lo que es la visión del autoritarismo, de lo que es el totalitarismo, y cómo esa es una amenaza que está siempre presente, incluso en las sociedades más libres, más avanzadas.
–Usted acaba de participar de un seminario sobre populismo organizado en Buenos Aires por la Sociedad Mount Pelerin. Popper fue uno de sus fundadores.
–Sí, claro, Popper estuvo en el año ’47...
–Y (Milton) Friedman y (Friedrich von) Hayek también. Los dos terminaron sosteniendo la dictadura de Augusto Pinochet.
–No tienen ellos la culpa de la dictadura de Pinochet.
–Sostenes, no causantes.
–Pinochet aplicó políticas de mercado, pero jamás apoyó la política liberal, que parte de la democracia política.
–Pinochet no apoyó el liberalismo político, pero Friedman y Von Hayek apoyaron la dictadura de Pinochet.
–No, no. Apoyaron la política económica, pensaron que la política económica era la buena, pero nunca apoyaron la dictadura de Pinochet, nunca apoyaron los crímenes, nunca apoyaron la desaparición de un Congreso, de elecciones libres. Nunca. Von Hayek ha defendido... Miren... No sé si han leído The Constitution of Liberty, un libro absolutamente fundamental en defensa de la cultura democrática y de la libertad económica a partir de la libertad política. Es el sustento fundamental de la idea de Von Hayek.
–Pero no estamos hablando de las ideas sino del apoyo a una política concreta.
–Pues yo no conozco ninguna declaración de Von Hayek a favor de Pinochet, que haya estado defendiendo la dictadura de Pinochet. Todo el paquete, con los crímenes, las desapariciones. Y si la defendió, se equivocó.
–Si quiere pasemos a Friedman. Estuvo varias veces como invitado en el Chile de Pinochet.
–Pero fue a dar conferencias.
–Hasta escribió cartas de agradecimiento a Pinochet por haber aplicado sus recomendaciones económicas.
–No conozco esas cartas.
–Son de 1975. Aquí están, impresas. Podemos leerlas, pero se extendería el reportaje.
–Si Friedman y Von Hayek lo hicieron, se equivocaron. Cometieron una gravísima equivocación y hay que criticarlos por eso, porque ningún liberal debe apoyar una dictadura política. Y si lo hace se equivoca, y hay que criticarlo. Yo soy un liberal y nunca he apoyado una dictadura.
–Isaiah Berlin es una cosa, Popper, que fue cofundador de la Sociedad Mont Pelerin, es otra. Y los otros dos fundadores, Friedman y Von Hayek, fueron muy activos políticamente, en los Estados Unidos y en Chile.
–La Sociedad Mont Pelerin es una sociedad creada fundamentalmente para pasar revista o tomar el pulso a la situación de la economía en el mundo. Es una sociedad que crean especialistas en economía, a la cual yo no pertenezco. Es la primera vez en mi vida que he asistido a una reunión de la Mont Pelerin. Yo estoy totalmente a favor de la libertad económica como un correlato de o contrapartida de la libertad política. Esa es mi visión del liberalismo. Esa es la visión de liberalismo de los liberales que admiro, que leo. De tal manera que si hay liberales que han apoyado una dictadura, para mí no son liberales. No tengo por qué cargar con la responsabilidad de señores que defienden dictaduras.
–Una sociedad de liberales políticos que reivindican a Friedman y Von Hayek es como fundar un centro de estudios socialdemócratas y ponerle de nombre Sociedad Lavrenti Beria, en homenaje al jefe de la policía secreta de José Stalin.
–(Se ríe.) ¡Pero es injusto! La Sociedad Mont Pelerin defiende la libertad económica, está constituida fundamentalmente por economistas, pero que yo sepa, que yo recuerde, jamás se ha identificado con ninguna dictadura, porque esa dictadura hizo políticas de mercado. Von Hayek y Friedman defendieron la libertad económica que se introdujo en Chile, defendieron ciertas reformas.
–¿Esas reformas se podrían haber introducido en 1973 sin dictadura?
–Deberían haberse introducido en democracia. Esa es la postura de un liberal. Un liberal es un señor que cree en la libertad y que cree que la libertad es indivisible, que no se puede dividir la libertad política de la económica. Ese es un principio básico del liberalismo. Está en Adam Smith, el padre del liberalismo. Si hay alguien que pretende dividir la libertad política y económica, se equivoca: no tiene derecho a ser llamado un liberal o da una visión completamente corrompida y criticable del liberalismo. Eso no es el liberalismo que defiendo y con el que yo me siento identificado. Además, creo haber demostrado que mi conducta es una conducta clarísimamente de defensa de la libertad en el campo político, en el campo social y en el campo económico.
–Usted acaba de participar en una reunión sobre el populismo en América latina. Uno podría decir que Franklin Delano Roosevelt, el presidente norteamericano que asumió en 1933, fue un gran populista. ¿Está de acuerdo?
–Todo depende de las definiciones. Por ejemplo aquí el día de la inauguración de la Mont Pelerin el representante del presidente de la Sociedad dijo que había un populismo “bueno” y un populismo “malo”. El populismo bueno era el de Ronald Reagan. ¿Qué es lo que quería decir este señor? Entendía por populismo la proyección a nivel popular de las reformas liberales a través de un gran comunicador, como era Reagan.
–Es el momento en que comienza el proceso de mayor desigualdad histórica de los Estados Unidos. Lo dice Paul Krugman, otro Nobel pero de Economía, no de literatura.
–Sí, pero... Si yo tengo que corregir cada frase vamos a perder mucho tiempo.
–No es corregir o no corregir. Es una entrevista.
–Los liberales no estamos a favor de que haya desigualdad.
–¿Qué quieren?
–Que todo nazca del éxito, del esfuerzo, de la producción de bienes o servicios que benefician al conjunto de la comunidad. Que haya gentes que tienen mayores o menores ingresos en función de su excelencia, de su talento, es legítimo para un liberal. Lo que no es legítimo es que esas diferencias se establezcan a partir del privilegio o de la desaparición de la igualdad de oportunidades de base, que es un principio liberal.
–¿Y qué sucede cuando, por ejemplo, como dice Krugman, Reagan modifica la política impositiva y quita impuestos a los más ricos? ¿No cambia lo que usted define como igualdad de oportunidades de base?
–Mmmm, es que ahí tendríamos que discutir muchísimo. Krugman no es precisamente un liberal. Krugman es un hombre muy inteligente, pero es una especie de socialdemócrata con debilidades considerables hacia fórmulas socialistas, colectivistas. Tiene debilidades en ese campo.
–¿Usted dice que Krugman, el columnista de The New York Times, es colectivista?
–Sí, tiene debilidades colectivistas, como muchos socialdemócratas muy respetables, demócratas impecables que tienen debilidades colectivistas. Por ejemplo los demócratas cristianos son absolutamente demócratas, pero ellos creían que el Estado tenía que intervenir masivamente en la economía para suplir lo que llamaban las desigualdades de base. Los liberales siempre hemos criticado esa idea.
–¿Pero acaso la intervención del Estado no la propugnaba también Adam Smith?
–No, no. La intervención del Estado en la economía para suplir lo que los demócratas cristianos llamaban –porque eso ha cambiado– las debilidades de base, es una forma de intervencionismo que al final genera mucha más injusticia y muchos más privilegios. Pero en fin..., eso creo que nos aburriría muchísimo.
–Volvamos al tema del populismo. Del populismo bueno y del populismo malo.
–Pero eso decía ese señor y yo creo que se equivocaba. Llamaba populismo a una forma de popularidad. Entonces, si eso es populismo toda forma de comunicación exitosa sería populismo. Yo creo que populismo es sacrificar el futuro en nombre de una actualidad pasajera, efímera, y hacer política con esta visión. Hay un populismo de derecha y hay un populismo de izquierda, sin ninguna duda.
–¿El cortoplacismo sería un populismo?
–El cortoplacismo es una forma de populismo, sobre todo en medidas económicas. Pero hay un populismo político, no solamente económico.
–Si le parece volvamos a Roosevelt. Usted no desconoce qué hacía. Con la radio como herramienta, le hablaba directamente al pueblo sobre los efectos de la crisis de los años ’30.
–¿Pero qué es lo que consigue Roosevelt? Consigue dar seguridad en un momento de una inseguridad terrible. Entonces, con esa tranquilidad con la que él se dirige a su sociedad, a sus electores, crea una seguridad que hacía una falta extraordinaria para que la crisis económica no se profundizara.
–Roosevelt les decía a los ciudadanos que apelaba directamente a ellos para explicarles que el Senado y los bancos no lo dejaban resolver la crisis.
–Pero bueno, está bien... El Senado y los bancos en ese momento no lo dejaban gobernar. A veces es bueno no dejar gobernar a los políticos si hacen malas políticas, ¿no es verdad?
–¿Y en ese caso era bueno?
–No hablo de hacer revoluciones, pero sí de que existan una democracia y unas instituciones que permitan frenar las malas leyes. Por ejemplo en el Perú, en la época de Alan García, nosotros conseguimos parar una medida, que para mí era el final de la democracia: la nacionalización de los bancos. Y la paramos en democracia, sin hacer nada sedicioso, mediante manifestaciones y actos públicos. Y al final conseguimos que esa ley, que era una mala ley que podía acabar con la democracia en el Perú, no prosperara, diera marcha atrás y no hubo ningún muerto, ningún preso.
–¿Ningún liberal reivindica a Roosevelt y a John Maynard Keynes? Un liberal como usted, ¿qué dice?
–Keynes sí. Ambos fueron grandes demócratas. Keynes fue un genio, un hombre de una cultura absolutamente prodigiosa, y las tesis keynesianas, que la socialdemocracia luego hace suyas, son unas tesis generadas en un contexto muy especial de crisis terrible, en las que ya no estaba en juego una política económica sino la supervivencia de un país y de una cultura democrática. Ese es el contexto en el que nace el keynesianismo, que no se puede aplicar de una manera automática. Nadie ha descrito mejor que el propio Friedman lo que significa la inflación para un país, ¿no es verdad? Yo tengo mucho respeto por Keynes, creo que es uno de los grandes pensadores modernos, sin ninguna duda, y en cierta forma buena parte de su legado lo pueden reivindicar los liberales. Sin ninguna duda.
–En cierta medida, y siguiendo su frase de que nada se puede aplicar de manera automática, los países más importantes de Sudamérica estaban en una situación parecida a la que usted describe. Y en los últimos años resolvieron su tremenda crisis con mayor intervención estatal.
–Hay circunstancias en que ningún liberal va a rechazar una cierta intervención del Estado a partir de ciertos consensos democráticos, por supuesto. Sin ninguna duda, ¿no es verdad? En esta última crisis terrible, por ejemplo...
–La crisis mundial que comenzó en 2008.
–Sí. Frente a ella, los liberales han estado completamente divididos. Algunos decían que se trataba de “salvar al muerto” que se iba a morir. Entonces, si se va a morir, que intervenga el Estado. Otros liberales decían que lo que se iba a morir no era el Estado sino las políticas que nos han llevado a esta crisis absolutamente monstruosa.
–¿Y usted qué decía?
–Yo estaba en la confusión total, y creo que ahí se necesitaba un tipo de conocimiento técnico de la magnitud de la crisis y de las consecuencias para tomar una decisión. Yo carecía de eso y simplemente, como sobre muchas otras cosas, lo que he declarado es mi perplejidad. Sobre eso no puedo opinar porque no sé, opinaría a partir del puro pálpito y creo que eso es irresponsable, no en literatura, pero sí en política.
–¿Tiene un pálpito para el ballottage peruano entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori?
–No hay pálpito allí sino un conocimiento muy claro. Hay un mal menor y un mal menor. El mal mayor es Keiko Fujimori y entonces yo voto por Humala. Eso es clarísimo. Los problemas que pueda traer Humala ya los enfrentaremos cuando venga. Pero tengo una esperanza que quiero que quede escrita. Mi esperanza es que Humala se aleje realmente de (Hugo) Chávez y se acerque realmente a gente como (Luiz Inácio) Lula (da Silva), como (José) Mujica, como (Mauricio) Funes, y haga una política semejante en el campo económico.
–De cualquier modo, en América latina cada país se termina dando su destino nacional, no hay forma de copiar...
–No hay destinos nacionales...
–Aunque alguien quiera copiar, no podrá hacerlo porque cada nación es única.
–Hay formas de copiar la orientación, hay formas de entender que la creación de la riqueza pasa por el mercado, no pasa por el estatismo. Las pruebas son tan absolutamente contundentes... Eso lo han entendido el socialismo chileno, el uruguayo, el brasileño. Hay una izquierda peruana que ya entiende eso, aunque es muy pequeñita. Ojalá con Humala ésa pasara a ser la política que se adopte. Sería una salvación.
–Usted habló de Lula como modelo. Su estrategia fue de intervención fuerte del Estado.
–No tan intervencionista gracias a que el anterior presidente fue Henriquez Cardoso. Las grandes reformas que ha aprovechado Lula las hace Cardoso. El es el gran estadista.
–¿Fernando Henrique Cardoso?
–Sí.
–Pero Lula no representó la continuidad respecto de Cardoso sino la ruptura.
–¡No, no, no! ¿Cómo? ¡Qué horror, qué injusticia! ¡Qué dices!
–Brasil creció y se hizo más justo con Lula.
–Pero porque la gran reforma económica, la gran reforma monetaria la hace Henriquez Cardoso. Crea las bases de una economía de mercado. Abre las fronteras de Brasil. Lo que pasa es que lo hace con discreción, con una elegancia británica porque no es un populista. Entonces Lula, que no sabía nada de economía, que no entendía absolutamente nada...
–¿Usted dice que un hombre que fue fundador del Partido de los Trabajadores y secretario general de los metalúrgicos no sabía nada de economía?
–Lula de pronto se encuentra con un país preparado gracias a la extraordinaria habilidad y la inmensa cultura de Henriquez Cardoso, que es el que abre la modernidad para Brasil, el que introduce una economía de mercado auténtica, el que hace entender a la izquierda brasileña que no hay creación de riqueza sin mercado, sin empresa privada, sin inversiones, sin integración al mundo. Y Lula, en buena hora para Brasil, sigue esa ruta.
–Tal vez Lula sea considerado “tribal” por Hayek, pero Lula es el que habla de justicia social, no Cardoso.
–Hablar de justicia social no quiere decir nada...
–Hayek decía que buscar la justicia social es una actitud que venía de las tribus o las hordas. ¿Lula fue tribal al poner en práctica ese principio?
–Para hacerlo hay que crear riquezas. Un país tiene que prosperar. Eso es lo que ha permitido la política de Henriquez Cardoso: que ese país prospere.
–Pero el país no creció con Cardoso, y no superó el tres por ciento anual.
–Pero creó las condiciones y empezó a crecer y se ordenó la moneda. Encontró una estabilidad que en la historia Brasil prácticamente no había tenido nunca. Esa estabilidad es fundamental para que haya una economía de mercado. ¿Cómo puede haber inversión, cómo puede un empresario proyectar su plan de trabajo, de inversiones, si la moneda está sujeta a los vaivenes permanentes como estaba cuando sube al poder Henriquez Cardoso?
–Tal vez la novedad de Lula sea que la justicia social no fue sólo un valor sino una condición de eficacia y posibilidad práctica para conseguir el desarrollo económico.
–Ahí nos estamos acercando ya, creo (risas). No hemos hablado nada de literatura, sólo una preguntita. El ideólogo no lo ha permitido (se ríe). Una entrevista tras otra... Qué barbaridad, es un ritmo estajanovista.
–Es una palabra muy soviética.
–Ahora que la Unión Soviética desapareció se pueden decir.
–¿Es retro, es vintage?
–He visto en Nueva York los retratos del realismo socialista y ahora resulta que la frivolidad ya los puso de moda. La frivolidad de la vanguardia hace que toda esa pintura se empiece a rescatar en las galerías neoyorquinas.
–¿Qué hubiera dicho Milton Friedman?
–Friedman era un buen lector de novelas. La única vez que conversé con él no hablamos nada de economía, sólo de literatura.
–¿Qué está leyendo usted ahora?
–El último libro de Jorge Edwards, La muerte de Montaigne. Parece una crónica histórica y después empieza a surgir la ficción.
–¿Con qué libro se quedaría?
–La guerra y la paz. Si tengo que quedarme con uno solo quizá me quedo con ése.
Publicado el 22 de abril de 2011 en Página 12
Publicado por HEDUARDO en 13:55
jueves, 21 de abril de 2011
Y las malditas services???
Héctor es empleado de ITETE Perú, una de las tantas empresas de intermediación laboral que subcontrata Telefónica del Perú para realizar los servicios que ofrece a sus clientes. Desde hace trece años, trabajadores com o Héctor son los encargados de brindar el mantenimiento de las líneas telefónica se internet en nuestros hogares. Pocos conocen, sin embargo, las condiciones laborales que se encuentran expuestos cientos de trabajadores como Héctor, quienes forman parte de los denominados “services” que laboran para la multinacional española.
http://www.bajolalupa.org/02/05_tex.html
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sábado, 16 de abril de 2011
viernes, 1 de abril de 2011
Beatriz Merino: Señor Presidente está equivocado (No se puede indultar a Fujimori)
Semanas atrás, había manifestado lo equivocado que estaba el Presidente Alan Garcia, al proponer un referendum para indultar al reo Alberto Fujimori.
http://www.larepublica.pe/10-03-2011/beatriz-merino-no-puede-haber-un-referendum-para-indulto-fujimori
http://www.larepublica.pe/10-03-2011/beatriz-merino-no-puede-haber-un-referendum-para-indulto-fujimori
Beatriz Merino reunció
Beatriz Merino dejó la Defensoria del Pueblo, una perdida muy grande para un pais que necesita personajes con altos niveles de ética y moral en las instituciones del estado.
http://www.youtube.com/watch?v=CtpmkKTgkIQ&feature=player_embedded
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